En la ciudad de Chelsea casi todas las 2.074 familias beneficiarias del Chelsea Food Debit Card Program, programa piloto para palear la crisis financiera generada por el COVID-19, tienden a usar el dinero para cubrir sus necesidades básicas, según un reciente estudio de Harvard Kennedy School.
Tras ser fuertemente golpeada por la pandemia, la ciudad donde viven unos 40.000 habitantes lanzó en noviembre de 2020 el programa de Universal Basic Income (UBI) más grande de Estados Unidos, mejor conocido como Chelsea Eats, repartiendo entre $200 y $400 semanales en fondos para 2.074 familias, las más necesitadas de la ciudad.
La primera investigación publicada a principios de este mes por el equipo de la Harvard Kennedy School encontró que el 75% de los fondos entregados en Chelsea se destinaron a alimentos en tiendas de comestibles locales y restaurantes. Gran parte del resto fue gastado en ropa, servicios públicos y transporte.
Menos de la mitad del 1% fue a tiendas de licores o fumadores.
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Shah Family Foundation ha estado trabajando de cerca con el programa y actualmente está liderando una investigación nacional acerca del porqué los estadounidenses tienden a mirar con escepticismo a las personas pobres o más necesitadas, a pesar de que estudios muestran que los programas de ayudas impulsan a la sociedad en general.
El martes 18 de mayo en Boston Public Radio, Jill Shah, la presidenta de la organización, dijo que hay «algo en la forma en la que pensamos sobre los pobres, esto nos hace resistentes a confiar en ellos (…) Estamos tratando de averiguar qué es».
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Shah agregó que los ingresos garantizados «serán mucho más eficientes y efectivos, y deberíamos pensar en hacerlo de manera muy estratégica con nuestra población más vulnerable en todo el estado, así como en el país».
Por su parte, Harvard Kennedy Schoo en su informe señala que seguirán recopilándose datos para evaluar hasta qué punto el programa conduce a una mayor reducción de la inseguridad alimentaria.