Joshua Chaffin en Nueva York – Financial Times
Para Allen Weisselberg, la Organización Trump no solo ha sido un trabajo durante los últimos 48 años. Ha sido una vida, y también la vida de su familia.
Weisselberg, de 73 años, director financiero de la entidad durante años, fue contratado como contable por Fred Trump, el patriarca, poco después de graduarse de la universidad. Durante décadas, trabajó para Donald, el hijo de Fred, al tiempo que el inquieto heredero arrastró el negocio familiar a Manhattan y luego casi lo arruinó en Atlantic City.
En las tardes después del trabajo – y a veces temprano en la mañana – se paraba en un apartamento de Trump con vistas a Central Park para visitar a su hijo Barry, quien trabajaba para los Trump gerenciando la pista de patinaje Wollman Rink hasta que la ciudad canceló el contrato este año.
Otro hijo de Weisselberg, Jack, también es cercano a la organización: es ejecutivo en Ladder Capital, una firma de bienes raíces lanzada poco después de la crisis financiera del 2008 y la cual se convirtió rápidamente en uno de los principales prestamistas a la Organización Trump. La cuñada de Allen, Stacy, también trabaja para los Trump en el departamento de seguros de Trump Tower en la Quinta Avenida.
Weisselberg es de tal confianza para la familia que lo eligieron para manejar la compañía junto con los hijos mayores de Trump cuando Donald se mudó a la Casa Blanca.
Ahora, la pregunta legal que acecha al antiguo presidente y a su imperio empresarial es si Weisselberg, quien una vez se autodescribió como los “ojos y oídos” de Trump, romperá esa confianza y traicionará a la familia a la cual le ha dedicado toda su vida adulta.
Fuera del gobierno y separado de la protección de la presidencia, Trump se enfrenta a peligros legales en muchos frentes. En Georgia, los fiscales han múltiples investigaciones respecto a su aparente esfuerzo para voltear la elección de noviembre cuando hostigó por teléfono al principal funcionario electoral del estado para que “encontrará” mas votos a su favor. Entretanto, en Washington, fiscales locales y federales están evaluando si al expresidente se le podría imputar y juzgar por el papel jugado en instigar la insurrección del 6 de enero en el Capitolio.
Pero la peor amenaza podría ser la investigación criminal de Cyrus Vance, el fiscal general de Manhattan. Comenzó en el 2018 en respuesta a rumores de que el antiguó apañador de Trump, Michael Cohen, había pagado $130,000 para comprar el silencio de una antigua actriz de películas para adultos quien afirmaba que había tenido una relación extramatrimonial con Trump. Desde ese momento, ha evolucionado según documentos de la corte y gente con conocimiento de la materia, para enfocarse en alegatos de fraude bancario y de seguros en la Organización Trump.
En particular, Vance y su equipo están evaluando si la empresa incurrió en fraude al inflar premeditadamente el valor de algunas propiedades para lograr préstamos bancarios o pólizas de seguro en términos favorables al mismo momento en el cual las estaba subvalorando para fines fiscales. Trump ha hecho caso omiso de la investigación – y una investigación civil en paralelo de la fiscal general de Nueva York, Letitia James – tildándola como una “cacería de brujas”.
Weisselberg es considerado una llave maestra capaz de abrir las complejas finanzas del negocio familiar. “No entró ni salió un centavo de la Organización Trump sin haber pasado por el despacho de Allen Weisselberg”, dice Cohen, quien fue sentenciado a tres años de prisión por crímenes derivados de los pagos a cambio de silencio.
En meses recientes, las autoridades han intensificado su escrutinio de Weisselberg y de algunos de sus familiares, en lo que exfiscales ven como un intento de forzarlo a cooperar. Podría ser muy valioso como testigo en un juicio, dicen los expertos legales, guiando al jurado durante un caso que de otra forma estaría basado únicamente en la monotonía de libros contables. Como hombre de finanzas de Trump, también podría hablar de las intenciones de un jefe que no usaba correo electrónico y casi nunca ponía sus órdenes por escrito.
“Necesitan testigos que conecten los puntos”, dice Daniel Horwitz, antiguo fiscal de la oficina de Manhattan y actualmente jefe de la práctica de crímenes financieros en la firma McLaughlin & Stern.
Un soldado de Trump
Persuadirlo de que cambie de lado, según Horowitz, es menos un arte procesal que una cuestión de frío cálculo. “El análisis es el mismo para cualquier persona a la cual están presionando para voltearla”, dice, “y es el siguiente: ¿cuál es su nivel de tolerancia a las consecuencias negativas de no cooperar”?
Algunos observadores legales se han mostrado escépticos. “Yo hubiera esperado que reclutar a Weisselberg sería cuesta arriba” dijo Daniel R. Alonso, quien fungió como el principal asistente de Vance y ahora trabaja en la firma Buckley, explicando que la ley estatal de Nueva York que defiende el fiscal del distrito es menos aterradora para los acusados que la ley federal. “Si tuviera que especular, diría que no se volteará por su propia cuenta. Eso podría cambiar si algún miembro de su familia estuviera en peligro”.
Weisselberg está en tan plena sintonía con los Trump, que dejó de beber por respeto a Donald, cuyo hermano Fred Jr. falleció de alcoholismo en 1981. Otros lo han descrito como un “soldado de Donald Trump” que “caminaría a través del fuego” por su jefe. “Para estar allí toda tu vida debes tener una lealtad inmortal y total que trasciende el entendimiento humano”, explica esta persona.
Pero para Weisselberg, el análisis podría estar cambiando gracias a una persona que no esperaba: su antigua nuera Jennifer.
Ella ha estado enredada en un amargo divorcio con Barry Weisselberg desde el 2017, perdiendo custodia de sus dos hijos en el proceso, algo que está impugnando.
En días recientes, Jennifer ha entregado tres cajas de documentos financieros personales a investigadores del fiscal de distrito de Manhattan, y ha contratado un contador forense para revisar otras cajas en busca de posible evidencia. “Ella tiene una serie de documentos financieros que les interesan”, dice su abogado, Duncan Levin.
En control
Un tema que ha salido a relucir en el divorcio es que el apartamento en Central Park South donde vivió gratis con Barry por varios años después de su boda en el 2004 seguía siendo propiedad de la Organización Trump – Jennifer no estaba enterada de esto y pensaba que el apartamento había sido un regalo para ellos. Este punto ha sacado a relucir el tema impositivo porque no se sabe si los impuestos fueron pagados por la pareja o por la empresa.
En una entrevista, Jennifer explica que compensar a un empleado por otros medios – sea vehículos o el pago de la matrícula del colegio privado de sus hijos de $49.000 – era una práctica común de Trump orquestada por Weisselberg. Le permitía a la empresa minimizar impuestos y exigir lealtad.
“Cuando empiezas a trabajar allí y pagan por tu casa y tus carros, se convierte en un estilo de vida”, dice ella. “Es la manera en la cual te remuneran y te controlan”.
Los investigadores de la oficina del fiscal de distrito le han preguntado a Jennifer sobre el trabajo de Barry en Wollman Rink, y, según Levin, parecen interesados en el manejo de efectivo. También han preguntado sobre el trabajo de Jack en Ladder Capital.
La firma estructuró un préstamo de $100 millones para Trump Tower en el 2012 y otro de $160 millones para 40 Wall Street en el 2015. En aquel tiempo, otros financistas – con la excepción de Deutsche Bank – rechazaron a Trump luego de su serie de bancarrotas. Jack Weisselberg y Ladder Capital no respondieron a nuestra solicitud de comentarios.
Más generalmente, dice Jennifer, “una gran parte” de las preguntas que los investigadores le han hecho tratan de “el control que [Weisselberg] exhibe tanto en su trabajo como fuera de él”.
Weisselberg no ha sido acusado de ningún crimen y falta mucho para determinar si él – para no hablar de Trump – llegará a ser imputado. Los casos de contabilidad son notoriamente difíciles de probar ante un jurado. Tomar el paso potencialmente explosivo de presentar cargos contra un expresidente requeriría un caso robusto – no un simple tecnicismo, dicen antiguos fiscales. Weisselberg declinó solicitudes de comentario para este artículo.
La ventana de oportunidad de Vance para presentar su acusación está cerrando ya que dejará su cargo a finales de año.
Aun así, algunos creen que las intenciones del fiscal se dejaron ver en febrero cuando reclutó a Mark Pomerantz, un exfiscal con gran experiencia que ayudó a acabar con la familia mafiosa Gambino y que se había pasado a trabajar en el sector privado.
¿“Cambiarías de trabajo para unirte a una investigación [tonta] y que no tiene futuro? ¿Dejarías tu trabajo para estar asociado con eso? Probablemente no” dice un antiguo funcionario de la oficina del fiscal. Michael Bachner, un abogado de defensa en Nueva York denominó la contratación de Pomerantz como “una señal muy agresiva por parte de Vance”.
‘El conoce las cifras’
Al igual que quien ha sido su jefe por tanto tiempo, Weisselberg se crio en una de las comunidades periféricas de Nueva York – en este caso el barrio de Brownsville en Brooklyn. Se graduó de contador en el Pace College en 1970.
Aunque su fortuna iba mejorando, antes de mudarse a uno de los edificios Trump en Manhattan, su esposa y él vivieron por años en una casa modesta de una planta en Wantagh, Long Island – un pueblo del cual, según Jennifer, Trump una vez se burló llamándolo “shiva”, que es un período judío de luto.
Una de las raras veces cuando Weisselberg, calvo y con lentes, salió de atrás del telón de la Organización Trump, fue su papel de juez en un episodio de The Apprentice, el programa de telerrealidad que ayudó a dar vida a la carrera política de Trump.
“Si esto fuera una maniobra militar y él perdiera su línea de comunicación, podría perder un batallón entero”, se expresó, como si fuera el General Patton en la segunda guerra mundial pero por vía de Brooklyn, sobre los esfuerzos de un concursante de gerenciar una empresa de masajes para mascotas.
Tras bastidores, Weisselberg era un hombre de cifras indispensable que tenía su oficina al lado de la de Trump en el piso 26 de Trump Tower. “Conocía el negocio mejor que nadie cuando se trataba de cifras y desempeño”, recuerda un antiguo colega. “Siempre decían, dile a Allen que venga! El conoce las cifras”.
A lo largo de los años, fue miembro de la junta de la Organización Miss Universo – propiedad de Trump – fue el tesorero de la Fundación Trump, la entidad caritativa plagada de escándalo del expresidente, y supervisó las finanzas de la ahora clausurada Trump University, la cual requirió un acuerdo compensatorio de $25 millones con alumnos agraviados.
En su libro Think Like a Billionaire, Trump recuerda como Weisselberg lo apoyó durante sus problemas a principios de los noventa cuando el imperio de casinos se tambaleaba y los bancos amenazaban con retirar los préstamos. Weisselberg se dedicó diligentemente a refinanciar la deuda de la empresa.
“Hizo todo lo que fue necesario para proteger la salud financiera de la empresa – y se rehusó a claudicar ante las presiones del riesgo”, escribió Trump, al llamar a Weisselberg “un empleado leal” y “el maestro sin par en jugar las cartas de los negocios”.
Un ejecutivo de bienes raíces de Nueva York que conoce a Weisselberg desde hace tiempo lo describe diciendo que “es como el prototipo del ejecutivo Trump” – uno que entiende que la lealtad es la principal virtud, y que el secretismo es parte del negocio.
Su trayectoria también da testimonio de otra verdad sobre la Organización Trump: a pesar de la imagen de conquistadores mundiales que cultiva, sigue siendo, de muchas maneras, la misma tienda de Queens fundada por Fred Trump. Mientras que otras dinastías de bienes raíces en Nueva York se han convertido en instituciones más profesionales a medida que pasan las generaciones, Trump no.
“Construyó edificios más grandes, pero nunca construyó una organización más grande”, dice el ejecutivo sobre Trump. “La verdad es que él manejó el negocio de su padre. Todo queda en familia, mantén a la familia cerca, mantén a la gente para siempre. La gente que es leal hará lo que tu le digas que haga”.
Los Weisselberg son parte de un puñado de familias en el nivel alto de la empresa. Está Matthew Calamari, un agente de seguridad reclutado por Trump luego de verlo restringir un intruso durante el torneo abierto de EEUU de tenis en 1981. Llegó a ser jefe de operaciones. Su hijo, Matt Jr., trabaja en seguridad y su hermano, Michael, es gerente de construcción. También está Jeffrey McConney, el jefe de control financiero, cuyo hijo Justin guio la entrada de Trump en medios sociales. Deborah Stellio, y su difunto esposo Vincent – entre otras labores – ayudó a cabildear a los políticos locales cuando el jefe pidió que renombraran una calle colindante con su campo de golf en Los Ángeles.
“Todo está en familia”, dice Jennifer, de un universo en el cual Trump es el sol y nadie osa brillar más que el, y parte de la recompensa al éxito es más tiempo con Trump – en su avión privado, en uno de sus campos de golf o en el club Mar-a-Lago de Palm Beach. Su introducción llegó durante su primera cita con Barry, quien, dice ella, la llevó a almorzar con su padre a la Trump Tower. “Este no es un negocio normal”, concluye. “Estas personas no son empresarios normales. Es un desastre”.
En una entrevista con el FT, Cohen recuerda sus antiguos colegas como respetados en la empresa pero no necesariamente queridos. Al preguntarle cual es la motivación de Weisselberg, Cohen contesta: “Un trabajo. Un trabajo que era mucho más de lo que hubiera logrado, y por tanto mantener ese empleo era lo más importante para él”.
En testimonio ante el Congreso en el 2019, Cohen mencionó a Weisselberg más de veinte veces al describir una de las tareas mas complejas que tuvo el director de finanzas de la Organización Trump.
Según dice, fue Weisselberg el que se las ideo para reembolsarle los pagos por silencio a través de una erogación independiente de la Organización Trump que se contabilizaba como gastos legales. “Allen Weisselberg tomó la decisión de que debería pagarse por partes durante doce meses de forma que pareciera un anticipo”, explicó Cohen a los legisladores.
Los que siguen a Trump se estremecieron brevemente cuando se reportó que Weisselberg había obtenido inmunidad limitada de parte del fiscal federal para el distrito sur de Nueva York para que testificara en la investigación de los pagos por silencio. Muchos interpretaron esta cooperación con los fiscales federales como prueba de que Weisselberg al fin se había volteado en contra de su jefe.
Pero ahora parece que el testimonio de Weisselberg era en contra de Cohen – un hombre que en otros tiempos juró que “se interpondría ante una bala” por salvar a Trump, pero ultimadamente se fue en contra de él.
Ahora fuera de prisión, y fuera del mundo Trump, Cohen dice de quien fuera su rival por el afecto de Trump: “Tiene talentos. Lleva más de cuatro décadas haciendo esto”.
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