La Junta Editorial – Financial Times
A medida que aumenta el paso de la mayor campaña de inoculación en la historia, con 300 millones de vacunas Covid-19 ya administradas globalmente, es inevitable que hayan surgido informes sobre los efectos secundarios de la vacuna. Estos van desde asuntos de vida o muerte como la trombosis, la cual ha impulsado a muchos países europeos a suspender las vacunas de AstraZeneca, hasta consecuencias menores de corto plazo como síntomas similares a los de la gripe, náuseas y dolor muscular que se dan con cualquier vacuna en mayor o menor grado.
En la carrera global por distribuir las vacunas, las autoridades de salud y las compañías farmacéuticas no se enfocaron mucho en como hacer frente a todos los reportes de reacciones adversas que seguramente surgirían con las inmunizaciones. Ahora el tema merece atención prioritaria – para mantener la confianza del público y evitar una sobrerreacción a los efectos secundarios aparentes que en realidad no son resultado de las vacunas. Los productores de vacunas – particularmente AstraZeneca – no han ayudado a su propia causa. Mejor comunicación pública y mayor transparencia fomentarían la tranquilidad entre los consumidores.
AstraZeneca insiste en que no hay justificación científica para suspender preventivamente sus vacunas en Europa debido a una posible asociación con coagulación peligrosa de sangre. Muchos expertos también sugieren que ha sido una coincidencia. Presentan estadísticas para demostrar que el número de eventos peligrosos está dentro de los promedios aleatorios esperados en cualquier vacunación de millones de personas.
Aunque los ministerios de salud que han detenido la inoculación dicen que debe investigarse cualquier nexo posible para mantener la confianza, su actuar podría llevar al resultado opuesto. El público europeo ya ha leído tanta publicidad negativa sobre la vacuna, empezando por las dudas inmerecidas sobre su efectividad en personal mayores, que estas nuevas noticias parecerán una confirmación de sus sospechas, aun cuando no hayan sido probadas científicamente.
Además del efecto sobre los que vacilan en cuanto a vacunarse o no, parece extraño que se le de mayor peso a una conexión no probada – y que los biólogos creen poco probable – entre la vacuna de AstraZeneca y los coágulos de sangre; que al hecho de que suspender las vacunas podría matar a gente que de otra manera estaría protegida contra el Covid-19 severo.
Aun si en el peor escenario, las investigaciones probaran que las vacunas pueden causar, en raros casos, efectos secundarios letales, eso no justificaría necesariamente detener la vacunación, sino más bien investigar a fondo sus riesgos y beneficios. Sería necesario comparar las muertes estimadas y enfermedades severas resultantes de las vacunas, con las muertes adicionales y enfermedades esperadas de casos de Covid-19 que la vacunación habría prevenido.
Mucho más frecuentes que cualquier reacción severa son los efectos secundarios menores, de corto plazo, asociados con cualquier vacuna a medida que el sistema inmunológico responde ante ella. Las pruebas clínicas de las actuales vacunas contra el Covid-19 mostraron que más de una de cada diez personas experimentan síntomas tipo dolores musculares o los normalmente asociados a una gripe.
Aunque los centros de vacunación suelen distribuir panfletos que informan sobre los efectos secundarios más comunes, estos efectos no se mencionan en los mensajes de salud pública que exhortan a las personas a vacunarse. Muchos de los que se han vacunado se han sorprendido de sentirse mal posteriormente. Sus historias se han diseminado entre amigos y familiares, creando sospechas infundadas de que las autoridades no han revelado todo los que saben sobre los efectos secundarios de las vacunas. Ya que el sistema inmunológico de los jóvenes es mas fuerte y eso les hace más susceptibles a efectos secundarios, sería recomendable que los mensajes de salud los prepararan mejor para las posibles reacciones adversas temporales.
Pero la prioridad ahora es discernir rápidamente lo que podría ser una sobrerreacción dañina a los casos severos pero extremamente raros – que podrían ser o no ser una consecuencia de vacunación masiva contra el Covid-19. Muchas vidas dependerán de ello.
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