Jude Webber – Financial Times
Andrés Manuel López Obrador, un hombre que nació antes de que las mujeres tuvieran derecho al voto en México, pasó el Dia Internacional de la Mujer atrincherado en Palacio Nacional detrás de una pared resguardada por policías antidisturbios. Para un presidente que prometió respeto, tolerancia y paz, parecía que estuviera en guerra con la mitad de su país – las mujeres.
Las feministas estaban indignadas con López Obrador aún antes de que instalara las barreras metálicas de tres metros de alto que su vocero insistió eran una “pared de paz” de cara a la marcha del Día Internacional de la Mujer.
Además de no progresar en reducir los feminicidios – matan a un alarmante promedio de once mujeres diarias – ha rehusado condenar la candidatura a gobernador en elecciones intermedias de junio de un miembro de su partido, Morena, quien ha sido acusado de ser un violador en serie. Cuando algunas mujeres – incluyendo a Citlali Hernández, secretaria general de Morena – protestaron por la candidatura de Félix Salgado Macedonio e instaron a una ruptura del “pacto” de patriarcado machista en México, López Obrador dijo que tenía que preguntarle a su esposa de que era que estaban hablando.
Hasta ese momento se podría pensar que López Obrador estaba “simplemente” falto de información o insensible al problema, algo que ningún político del siglo XXI debe promover – especialmente un político que se jacta de liderar un gobierno de igualdad de género. Pero el Día Internacional de la Mujer, interrumpió sonriente la pregunta de una periodista en rueda de prensa, declarando “tendrá que esperar”. La frase, aparentemente deliberada, no fue incluida en la transcripción oficial, pero no era la primera vez que el presidente le había hablado de esa forma a una reportera.
Para mujeres que claman para que sus agravios sean escuchados – como los grupos que han convertido las barreras del palacio nacional en pancartas emotivas para hacer memoria de las víctimas de feminicidio, adornándolas con flores, y luego proyectando los slogans feministas en la fachada del edificio – el mensaje estaba más claro que el agua: los derechos de las mujeres no son una prioridad para el presidente. “López Obrador, corazón: los votos femeninos para tu partido en las próximas elecciones seguramente ‘tendrán que esperar’,” tuiteó Ximena Medellín, profesora del CIDE (Centro de Investigación y Docencia Económicas).
Pero la violencia de género no es un problema que resuena fuertemente con la base de López Obrador – los pobres de México – quienes están más preocupados por recibir dádivas del estado. Él ganó por avalancha en el 2018. Las mujeres de clase media, indignadas por su actitud, probablemente ya le han dado la espalda, según dicen analistas y encuestadores.
El presidente insiste que las barricadas alrededor del palacio eran vitales para prevenir el vandalismo. Aparentemente incapaz de entender la furia de las mujeres, declaró que los intentos por derribarlas con martillos y gasolina eran una “provocación desvergonzada” y dijo que en vez deberían haber optado por una manifestación que “pidiera respeto”.
“Hemos intentado muchas cosas y esta es la única manera que nos queda”, dijo una manifestante con un bate de béisbol en su mano, quien pidió no ser nombrada. Otras mujeres cargaron anuncios que leían: “Ojalá nos protegieran a nosotras como protegen a sus monumentos”.
A López Obrador se le acusa a menudo de tratar de revertir el tiempo con sus políticas económicas nacionalistas, especialmente en sus intentos por devolver la grandeza a las compañías energéticas estatales. De igual manera parecería tener una visión arraigada y anticuada de las mujeres, diciendo que es tradicional en México que las hijas cuiden de sus padres.
Y si bien admira a su esposa, Beatriz Gutiérrez, como una intelectual, parece delegarle el cuidado de su hijo de 13-años mientras el viaja por el país cada fin de semana – al igual que la mayoría de los hombres mejicanos – quienes vierten sobre su pareja la pluralidad de las tareas domésticas.
Aunque los partidarios de López Obrador dicen que es el presidente más feminista de México, el rehúye de ese distintivo, prefiriendo calificarse de “humanista”. Mantiene que sus enemigos políticos se han montado en el tren feminista e “infiltrado” el movimiento de las mujeres en aras de atacarlo.
López Obrador profesa que persigue la transformación de México. Transformar su propia visión del mundo podría ser más difícil. Según reconoce Hernández, el “no parece ser políticamente correcto y no cambiará su discurso para ‘ser amigable’ a nosotras las mujeres”.
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