
Ana Julia Jatar (@anajuljatar).
La expresión viene de los cuentos donde existía un geniecillo de forma humana preso en una botella hasta que alguien la destapaba y al escaparse generaba una serie de acontecimientos inesperados e indetenibles. El pasado 6 de enero un grupo extremista intentó con su asalto al Capitolio sacar de la botella al geniecillo de la destrucción y la anarquía y casi lo logra. Las imágenes de violencia y vandalismo dentro y fuera de las instalaciones del símbolo de la democracia norteamericana por parte de ciudadanos enloquecidos e infectados del fanatismo desbordado azuzado desde la Casa Blanca durante 4 años, quedarán por siempre en la memoria colectiva del mundo libre.
Esos responsables de la toma del Capitolio en Washington serán juzgados por la historia como terroristas domésticos. Terroristas domésticos peores que los radicales islámicos responsables del ataque a las torres gemelas el 11 de septiembre del 2001. ¿Por qué? Porque los seguidores de Trump, a diferencia de los terroristas islámicos, abusaron de sus derechos constitucionales y del apoyo desde La Casa Blanca. Irrumpieron bajo el grito “¿Donde esta Pence?” con el claro objetivo de amedrentar al vicepresidente y quizás hasta matarlo. Habían colocado una horca como símbolo de sus intenciones. Antes del ataque, el presidente repitió irresponsablemente la idea absolutamente inconstitucional, de que el vicepresidente tenía el poder de revertir el resultado de las elecciones. Pence se mantuvo firme ante las insistentes amenazas de Trump, se ratificaron los votos y Biden fue nominado. Desafortunadamente el saldo fue de 5 muertos y decenas de heridos, pero ha podido ser mucho peor.
Todos debemos reflexionar sobre nuestra responsabilidad en estos hechos. El genio casi se sale de la botella porque hemos tomado esta democracia como un hecho dado sin entender su fragilidad. Lo acontecido el 6 de enero no es algo inédito en el mundo. Por ejemplo, hace poco sucedió en 2017 en Cataluña, España. Joan Burderus en el diario El País lo comenta esta semana haciendo la comparación: “El que no llevemos tatuajes supremacistas ni pinturas de guerra establece una diferencia fundamental, pero eso no quiere decir que nuestra pereza política no participe de un mismo continuo”. Recordemos que en Alemania el problema no eran solo los nazis más fanáticos sino el “sonambulismo” de la gente normal. Cuidado, entonces, con nuestra indiferencia ante este hecho que debe alertarnos a todos. No podemos dejar que la próxima vez nos tome desprevenidos. La democracia de Estados Unidos esta siendo acosada y es responsabilidad de todos defenderla.
Joe Biden ganó las elecciones con 306 vs. 232 votos electorales y por mas de 8 millones de votos populares. Su mensaje a lo largo de su campaña fue el de unificar el país y restablecer el “alma de los Estados Unidos”. Los seguidores de Trump entran en ese mandato de unificación, pero Donald y sus cómplices, esos que atentaron con premeditación y alevosía revertir el resultado de esas elecciones, deben de ser juzgados por planificar una rebelión inconstitucional y atentar contra el sistema democrático.
Los grandes crímenes de la humanidad no han sido la consecuencia de la ignorancia sino de falsas certezas impulsadas por líderes en búsqueda del poder a toda costa. A ellos los conocemos: Hitler, Mussolini, Fidel Castro y Hugo Chávez llevaron a sus pueblos a la guerra basados en mentiras intencionalmente promulgadas para engañar a gente que se cree honesta y justa
Estamos seguros de que muchos de quienes asaltaron el parlamento en Washington creen que les robaron las elecciones. Y lo siguen creyendo porque Trump y sus cómplices continúan irresponsablemente repitiendo esa falsedad para su propio beneficio político, a pesar de que fueron certificadas por gobernadores y asambleas legislativas controladas por el Partido Republicano. A pesar de que ni el Departamento de Justicia, ni el Departamento de Seguridad Nacional han encontrado evidencia de fraude y a pesar de que mas de 50 juicios fueron decididos en contra de la existencia de un fraude por jueces, muchos de ellos nombrados por Trump.
Ante la creencia en conspiraciones falsas, la gente es llevada a cometer crímenes irreparables y el colapso de la institucionalidad. Nosotros los inmigrantes que hemos escapado de guerras civiles y totalitarismo de izquierda y derecha, lo sabemos muy bien. No podemos ni debemos permitir que eso también nos suceda aquí.