La muerte de la magistrada Ruth Bader Ginsberg (RBG) le vino a Donald Trump como anillo al dedo. Se supo públicamente que el presidente estaba “salivando” de la emoción cuando se enteró. ¡Que tristeza! Inmediatamente se montó en su cruzada para nombrar un sustituto que consolide su legado hipócritamente conservador. Ya anunció que será una mujer, pues le interesa ganarse el voto femenino. Desafortunadamente será una mujer con credenciales, pero con creencias apartadas a las de la diversidad y la tolerancia defendidas por RBG y que un país diverso y con una larga historia de lucha por la tolerancia, necesita.
Las democracias corren un inminente riesgo cuando un gobernante, con el apoyo de su partido, decide mantenerse en el poder por mecanismos distintos a los votos. Para el asombro del mundo entero, eso es exactamente lo que está ocurriendo en Estados Unidos en este momento. Con la guía de Donald Trump, el partido republicano y el Senado norteamericano dominado por ese partido, a menos de 6 semanas de las elecciones, pretenden sustituir antes del 3 de noviembre, a la recién fallecida y legendaria -por su defensa a los derechos civiles de las minorías- la magistrada RBG. Se apresuran a hacerlo con la evidente finalidad de consolidar una mayoría conservadora en la Corte Suprema de este país, donde los conservadores son minoría, para garantizar en las próximas décadas, el control a través de los jueces de las decisiones presidenciales y parlamentarias.
Recordemos, que la Corte Suprema de Justicia en Estados Unidos está conformada por 9 magistrados cuyos nombramientos son vitalicios. Si Trump propone un candidato y los senadores republicanos con su mayoría lo aprueban, les permitiría dominar con 6 de sus miembros el sesgo ideológico hacia la derecha que necesitan por muchos años. Ese sesgo, por cierto, no representa a la mayoría del país. Recordemos también que por más que Donald Trump grite que hubo fraude durante su elección, él perdió el voto popular por 2.1%. A pesar de no representar la ideología del país, lograrían también revertir los avances sociales y las políticas de igualdad, de salud pública como el Obama Care y protección de los derechos de las minorías. De esta manera y muy preocupante, es la perspectiva de que ese partido, por encima del resultado en las urnas el 3 de noviembre, obtendría una auténtica contrarreforma contra el legado constitucional de RBG y otros magistrados con ideologías más liberales.
Recordemos también, que en 2016, diez meses antes de las elecciones que le dieron la victoria a Donald Trump contra la candidata demócrata Hillary Clinton, los senadores republicanos se opusieron a que el presidente Obama propusiera un candidato, Merrick Garland, a la magistratura para sustituir al magistrado conservador Antonin Scalia quien había fallecido. Varios de ellos dijeron en ese entonces, que los podrían citar en el futuro, pues ellos sentaban el siguiente precedente: en un año electoral, no es conveniente ni apropiado nombrar a un nuevo magistrado, dado que es un nombramiento vitalicio. ¿Quiénes dijeron esto públicamente en 2016? Nada más y nada menos que Ted Cruz, Marco Rubio, Lindsey Graham y Mitch McConnell, entre otros. Esta semana, todos ellos han cambiado su opinión 180 grados para apoyar a quien sea que su jefe, Donald Trump nomine y por lo tanto lograr una Corte Suprema de Justicia claramente conservadora, con una mayoría de 6 contra 3 antes de las elecciones y para la desgracia de la mayoría del país, por muchos años por venir.
Pero aquí no queda la cosa, esta estrategia tiene también una intención electoral. Recordemos que, si como muchos analistas prevén, esta elección termina siendo decidida por un estrecho margen de votos, el árbitro de la Constitución que tendrá la última palabra en los litigios que puedan producirse en la votación y el escrutinio, será la Corte Suprema de Justicia como ya sucedió en 2000, cuando decidió que la presidencia le correspondía a George W. Bush frente al candidato del partido demócrata, Al Gore.
Temiendo este colapso de los pesos y contrapesos de la democracia norteamericana, la mayoría del país se opone a ese nombramiento apresurado. Según las últimas encuestas, el 57% de la población en Estados Unidos se opone a que se nombre el sustituto de (RBG) antes de las elecciones de noviembre. Si estos números se mantienen, noviembre podría traer una estruendosa derrota para el partido Republicano y por los votos se mantendrán los pesos y contrapesos que una democracia saludable necesita ¡Ya veremos!