Esta semana mientras se llevaba a cabo la Asamblea General anual de las Naciones Unidas, el drama se encontraba en otra parte. Tres inesperados eventos paralelos en las ciudades de Londres, Washington y Nueva York convulsionaron la comunidad política internacional. Sin estar relacionados entre si, ellos nos refuerzan la confianza en la existencia de instituciones que funcionan para recordarle a los jefes de Estado que el abuso de poder no es ni bienvenido ni aceptado.
Comencemos por los Estados Unidos. En Washington, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi dio luz verde al inicio del proceso de “impeachment” contra el presidente Donald Trump. ¿La razón? una conversación de Trump con el presidente de Ucrania, en la cual el jefe de la Casa Blanca le sugiere a su homónimo Ucraniano -mientras suspendía la ayuda militar de Estados Unidos a ese país- que investigase a su contendor político Joe Biden. En Londres, el Tribunal Supremo del Reino Unido, por unanimidad, declaró ilegal la decisión del primer ministro Boris Johnson de suspender el Parlamento por cinco semanas previas al Brexit. ¿La razón? porque tuvo el “efecto de frustrar y prevenir la tarea del Parlamento de cumplir con sus obligaciones constitucionales, sin una justificación razonable». En Nueva York, el lunes 23 de septiembre se aprobó, la aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), algo así como la OTAN en nuestro hemisferio, para presionar la salida del régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. ¿La razón? sus conexiones con el narcotráfico, la guerrilla, lavado de dinero y por sus fragrantes violaciones a los Derechos Humanos de los venezolanos.
De ninguna manera pretendemos decir que los tres personajes gozan de similares virtudes y defectos, cada ser humano es único en sus inclinaciones hacia el bien y el mal. Sin embargo, como en las tragedias griegas, un solo defecto es suficiente para llevar a la desgracia a un líder o a un héroe. En estos tres eventos lo que parece unir a estos tres personajes es su tendencia al abuso de poder.
De los tres, la atención internacional no le ha dado la importancia que se merece a la histórica activación del TIAR contra el régimen dictatorial venezolano. Como Nicolás Maduro ha acabado con la independencia de poderes, los frenos a sus abusos no han venido ni del Tribunal Supremo de Justicia ni de ningún poder dentro del país, sino que tuvieron que esperar muchos años para que vinieran desde afuera. El demoledor informe sobre la violación a los derechos humanos en Venezuela dado a conocer por la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas en el 4 de Julio y esta semana, la decisión sin precedentes de invocar el TIAR por parte de los países miembros son la prueba.
La resolución aprobada por 16 países miembros del TIAR expresa la voluntad política de enfrentar la amenaza que representa el régimen de Nicolás Maduro para la región. Hay pruebas irrefutables de su cobijo a actividades ilegales y a la violación de los derechos humanos. Por ello se comprometen a realizar una acción colectiva para tomar «todas las medidas para perseguir, capturar, extraditar y sancionar a los responsables». El TIAR fue firmado en 1947 en Río de Janeiro, Brasil, para conformar un mecanismo defensivo que pudiera ser invocado por cualquier país del continente ante el ataque a cualquiera de sus miembros. Esta resolución considera entonces, que el régimen de Maduro ataca a la región con sus actividades ilícitas y con el impacto de una migración creciente de alrededor de 5 millones de venezolanos en el resto del territorio americano.
Las sociedades democráticas han cuidado con esmero las instituciones para imponer controles a sus propios gobernantes. Ese es el caso de Trump y Johnson. Venezuela sufre las consecuencias de no haberlo hecho. Aprendamos la lección.