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Editorial | Hagamos a América… blanca otra vez

Es por todos conocido que el lema que popularizó Donald Trump durante su campaña presidencial fue: “hagamos a América grande otra vez” y ganó. Sin embargo, muy lejos de cumplir con su promesa de grandeza, el presidente de los Estados Unidos ha perdido en pocos meses el respeto de los aliados tradicionales de su país y ha opacado ante los ojos del mundo libre, el brillo moral que esa nación se había ganado por su defensa a los valores morales de libertad, tolerancia e igualdad ante la ley.

Y es que el discurso de división y discriminación repetido constantemente por el actual Presidente de Estados Unidos tiene un nefasto impacto en la sociedad norteamericana. Una prueba de ello es el preocupante aumento de actos de violencia contra inmigrantes dentro del país y en la frontera, los asaltos a templos islámicos, judíos e iglesias cristianas frecuentadas por la comunidad afroamericana. Si analizamos lo que sucede, Trump más bien quiso decir “hagamos a América blanca otra vez”.

Comencemos por sus tuits racistas en los cuales ordenó a cuatro legisladoras demócratas, mujeres de color, regresar a los lugares de donde vinieron. “¿Por qué no se van de vuelta y ayudan a arreglar los lugares ruinosos e infestados de crimen de los que vinieron?” Quiero destacar dos elementos importantes en estas expresiones racistas del presidente.  En primer lugar, tanto el Gobierno Federal como el Sistema Judicial de los Estados Unidos han considerado la frase “regresen de donde han venido” una expresión ilegal en cualquier ambiente de trabajo por considerarla prueba de discriminación racial. Trabajadores y empleadores han sido juzgados y condenados por ello. Trump no es el empleador de estas cuatro diputadas e insiste que lo que les dijo no es una expresión de racismo. Sin embargo, esos tuits le costaron a Trump  la reprobación del Congreso norteamericano el pasado 16 de julio por considerarlos racistas y “por legitimar y aumentar el miedo y el odio” a nuevos ciudadanos americanos y a personas de color.

El segundo elemento de esos tuits tiene que ver con el uso de su lenguaje. La semana pasada Trump acusó al congresista afroamericano, Elijah Cummings de ser negligente y que su Distrito en Baltimore, en su mayoría de raza negra, era un “desastre infestado de ratas y roedores». ¿Sera entonces mi querido lector que el presidente de los Estados Unidos reserva el uso de la palabra «infestado» para cuando se refiere a lugares habitados por latinos o afroamericanos? Preocupante.

Y para hacer a América blanca otra vez, Donald Trump ha impuesto la política “tolerancia cero” con inmigrantes indocumentados. Para evidenciar las inhumanas consecuencias de estas medidas, el martes pasado, la organización de defensa de derechos civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) reveló que solo durante 2019, más de 900 niños han sido separados de sus padres y madres. Claro está, todos de color. Vale la pregunta: ¿harían lo mismo con una hermosa rubia indocumentada de Europa Oriental o escandinava huyendo de violencia doméstica en su país?

Los mensajes de racismo desde la Casa Blanca están muy claros para quienes deseen escucharlos. Desafortunadamente les han llegado mucho más diáfanos a los supremacistas blancos que al resto de la sociedad. El pasado 28 de Julio, un supremacista blanco de 19 años disparó contra una multitud en Gilroy, California, matando a cuatro personas e hiriendo a 14. Antes de que el criminal accionara el rifle, exhortó a sus seguidores de Instagram a leer el libro Might is Right, publicado por primera vez a fines del siglo XIX y dice que hay una orden natural, los blancos deben gobernar a los de color.

Estados Unidos no es una raza, es un conjunto de ideales por los cuales millones de seres humanos de todas las religiones y razas han dado la vida. Quienes no toleramos el racismo y la discriminación tenemos que activarnos, no es juego es un peligro.

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