La amenaza y la ira parecen haber sustituido al golf como el deporte favorito del presidente de los Estados Unidos. Me imagino a Trump durante altas horas de la noche en la Casa Blanca, Coca Cola y hamburguesa en mano escogiendo, en una suerte de ruleta rusa mental, cuál será el próximo país, gobierno o persona a intimidar, desafiar o insultar a través de su cuenta Twitter. Si dichas amenazas terminan siendo efectivas o no, parece no importarle, para él, el show es una forma de impactar positivamente su reelección en el año 2020 y solo eso le preocupa. El problema es que con tanto show y tantas amenazas incumplidas ya se ha convertido en el rey del bluff para muchos y eso es una muy mala noticia para el líder del país más poderoso del mundo. Y es que luego de dos años de práctica diaria y constante de sus bravuconadas inefectivas, tanto aliados como enemigos de Estados Unidos saben que no hay que tomarlo en serio.
Tomemos como el ejemplo el tuit del pasado lunes en el cual Trump dijo, para sorpresa de todo su gobierno, que «la próxima semana, ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, por sus siglas en ingles) comenzará el proceso de deportar a millones de extranjeros ilegales que encontraron de manera ilícita su camino hacia Estados Unidos».
«Serán deportados tan pronto como entren». Paradójicamente, este anuncio termina haciendo menos efectiva la operación de deportación que estaba preparada por el ICE. Las autoridades a cargo de la frontera suelen mantener sus intenciones en secreto hasta el último momento porque para lograr sus objetivos tienen que evitar poner sobre aviso a quienes caerían en las redadas. Queda al descubierto una vez más que para Trump y sus políticas a través de tuits, la efectividad no es el objetivo principal sino el show que le ayude a mantener los votos de su base de apoyo. Durante el periodo de Barack Obama (2009-2017) se deportaron casi 3 millones de personas, según cifras publicadas por el NHS, mucho más que ninguno de sus predecesores de ambos partidos. Lo hizo como política y lo hizo eficientemente. Se puede estar de acuerdo o no con las deportaciones, lo cierto es que hay una diferencia importante en el estilo de ambos presidentes lo cual hay que tomar en cuenta para entender el impacto de la narrativa y estrategia comunicacional de ambos gobiernos.
Trump amenazó también al gobierno de México con un aumento de tarifas supuestamente por no haber cumplido con un acuerdo (que luego resultó no existir como tal) si no limitaba la emigración centroamericana en su territorio. Dijo el 10 de junio que USA impondría un arancel del 5% a todas las importaciones que lleguen desde México, “hasta que los inmigrantes ilegales dejen de llegar a nuestro país”. Es teoría económica de principiantes saber que un aumento en dichas tarifas sería pagado por los consumidores y productores norteamericanos. Por ello varios lideres del partido republicano se opusieron a ese absurdo “castigo” a México. Mezclar la inmigración con el comercio es simplemente un suicidio político y Trump se tuvo que echar para atrás una vez más.
Estas amenazas incumplidas contra los aliados de USA han convencido aún más a los enemigos de ese país que las dirigidas contra ellos también son solo bluff. Por ejemplo, Kim Yong Un, el dictador de Corea del Norte ya entendió que el presidente de los Estados Unidos solo quería tomarse una foto histórica con él y que las irresponsables amenazas nucleares contra ese país son otro bluff. Igualmente ha sucedido con Irán, con Rusia y afortunadamente para Nicolás Maduro con sus amenazas de acciones militares en Venezuela. Desafortunadamente para el mundo libre ni China, ni Rusia y parece ser que tampoco Venezuela, Nicaragua y Cuba toman en serio las amenazas que les llegan para desde la Casa Blanca.
Cuando se está en el mundo del espectáculo, el artista sabe que a pesar de todo “el show debe continuar”. En el mundo de la política eso no funciona, parece que Donald Trump está aprendiendo a las malas con el inmenso costo de la pérdida del liderazgo moral y real de los Estados Unidos en el Mundo.