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EDITORIAL | Trump y su inesperada política exterior

En el acto de inauguración de su mandato, en enero de 2017, el presidente de los Estados Unidos prometió colocar a “América primero”. Con ello daba a entender que su prioridad estaría concentrada en traer más empleo, salirse de guerras foráneas y dirigir la política exterior al servicio de ello. En resumen, al negar lo que en realidad representa Estados Unidos: un set de valores universales en la defensa de los ideales de libertad del mundo, su promesa auguraba que éstos pasarían a un segundo plano. Luego de haber sobrevivido la tormenta generada por la investigación del fiscal especial Robert Mueller, un Donald Trump liberado arrecia su política exterior con miras a ganar apoyo para las elecciones de 2020. Pero su estrategia: una agresiva y pragmática política internacional contra China Irán, Cuba y Venezuela, es solo en parte congruente con su mantra “América primero”. Veamos.

La pasada semana, el consejero de Seguridad Nacional John Bolton anunció el envío del portaviones Abraham Lincoln al Golfo Pérsico y declaró que dicha decisión debería tomarse como un mensaje “claro e inequívoco” de que cualquier ataque de Irán a los aliados de USA sería respondido con “fuerza implacable”. El Secretario de Estado, Mike Pompeo, fue aun más allá al decir que EEUU haría responsable al gobierno de Irán de cualquier ataque realizado por “terceros” incluidos grupos terroristas como Hezbollah y la Milicia Shía.  Los servicios de inteligencia israelí han ofrecido amplia colaboración a la Administración Trump y le han informado de diferentes planes sobre las intenciones retaliatorias de Irán incluyendo posibles ataques en El Golfo. Esta colaboración entre ambos gobiernos y la estrecha relación entre Trump y Netañahu tiene un impacto importante en la política interna de Estados Unidos, no solo gana votos en la comunidad judía de derecha sino que es apoyada por gran parte del partido Republicano y de su dirigencia radical.

El conflicto con China por su parte, ha sido desde un principio centrado en lo comercial con la intensión de proteger a los trabajadores locales de la competencia de ese país. Este fue un mensaje clave en su campaña electoral y el domingo pasado Trump sorprendió al mundo con un tuit amenazando una vez más a China con aumentar los aranceles. Pero no solo con tuits ha sido la amenaza, un día después, el lunes pasado, Pekín denunció la presencia de buques de guerra de Estados Unidos cerca de las islas en disputa en el mar de China Meridional. Los mercados financieros no tardaron en reaccionar con una caída estrepitosa. Si Trump se arrepiente o no de esta movida, dependerá de su pragmático análisis sobre su impacto neto en las elecciones presidenciales del año 2020.

Pero es en América Latina donde se hace más evidente el trasfondo ideológico de su actuación internacional. La Casa Blanca ha dejado muy claro que su beligerante oposición a los regímenes dictatoriales de Cuba y Venezuela son también una critica abierta al sistema comunista y a la izquierda radical. Su reciente decisión de poner en vigor el título III de la Ley Helms-Burton, mantenido en suspenso desde su promulgación en 1996, dio lugar la semana pasada a las primeras demandas contra empresas españolas por lucrarse de propiedades confiscadas por los Castro. La dura respuesta del gobierno socialista español no se hizo esperar y Trump… feliz.

La injerencia en Cuba, Venezuela y Nicaragua  no parecen responder a su premisa “América primero”, pero sí a mantener la lucha contra el socialismo radical para ampliar su base con todo inmigrante en USA que haya tenido que huir del comunismo.

Definitivamente una inteligente estrategia contra un Partido Demócrata con crisis de identidad y que libra una batalla ideológica interna con una nueva generación abiertamente más de izquierda.

En fin, vemos la agresiva estrategia exterior de Trump como un arma usada con pragmatismo para ganar su reelección. ¿Tendrá éxito?

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