Hoy 8 de marzo se celebra en muchos países el día internacional de la mujer. Es una fecha importante para recordar la lucha histórica que ha dado el sexo femenino en la conquista de sus derechos humanos, sociales y políticos. El hecho en sí, es decir, el que exista un día para recordarlo, ya responde a un reconocimiento o quizá ¿arrepentimiento? de la forma como la mujer ha sido, y sigue siendo discriminada en distintas sociedades y circunstancias.
La mujer, como sabemos todos, representa la mitad de la población del mundo, aproximadamente el 50% de todos los habitantes del globo terráqueo somos mujeres, seres humanos que trabajamos, luchamos, contribuimos en nuestra comunidad y traemos hombres y mujeres al mundo. Entonces me pregunto ¿Por qué una lucha por la igualdad si no somos minoría? ¿Por qué una lucha por la igualdad si somos tan preparadas y resilientes como el promedio de hombres? ¿Por qué?
Lo cierto es que hemos tenido que dar nuestra lucha por la igualdad desde la misma trinchera de las minorías y de los mas débiles. Una evidencia de ello es que el día internacional de la mujer coexiste con el día internacional de las minorías religiosas, el cual se celebra el 24 de enero; el del orgullo LGBT, el 28 de junio; el de los pueblos indígenas, el 9 de agosto. También coexiste el día internacional de la mujer con los días para recordarnos la protección a los mas débiles: por ejemplo, el día internacional de los ancianos, el primero de octubre; o el día universal del niño, el 20 de noviembre. ¿Alguien de ustedes sabe algo de un día internacional del hombre? Parece que lo inventaron por ahí pero no tuvo vida porque no tiene sentido. Espero que llegue el momento en el cual tampoco tenga lógica celebrar un día por los derechos de la mujer.
Debido a que no le permitían, y en muchos lugares todavía no le permiten, a las mujeres votar, trabajar en áreas reservadas para los hombres, ni tampoco tener control sobre su salud sexual, hace apenas 73 años, en el año 1945, las Naciones Unidas emitió el primer acuerdo internacional para afirmar el principio de igualdad entre mujeres y hombres. Desde entonces se han invertido importantes recursos en normas, programas y objetivos para mejorar la condición de las mujeres en todo el mundo.
Repito, pero si somos la mitad de la población, ¿por qué nos tratan como una minoría? ¿Será que nos comportamos como tales? ¿Sera porque nos enseñaron a consentir a nuestros hermanos mientras nuestras madres exigían de nosotras la perfección? ¿Sera porque nos obligaron a respetar la figura masculina por encima de toda racionalidad? No lo sé, pero creo por ahí viene parte del problema en América Latina. Por eso cada vez hay más mujeres alzando sus voces en sus familias, trabajos y comunidades haciéndole saber a sus hijos e hijas que somos iguales y merecemos mutuo respeto.
A las mujeres no les ha sido fácil hacer historia por ellas mismas, pero sin las mujeres no habría historia que contar. Recordaba yo en estos días una metáfora que me impactó enormemente cuando una amiga me dijo que teníamos que aceptar que las mujeres somos “constructoras de catedrales”, en otras palabras, dedicamos nuestras vidas a construir con la admiración por la grandeza, de la grandeza misma, a otros seres humanos que serán catedrales, pero somos invisibles, nadie nos ve. Y es que la grandeza de una catedral es indiscutible, su lugar en la historia incuestionable, sin embargo, si buscamos los nombres de quienes la construyeron… todos anónimos.
Por eso mi mensaje hoy las mujeres y hombres que me lean, es que ser anónimas no es una virtud, construir catedrales es una proeza y una grandeza, pero alcemos nuestra voz mientras las construimos y respetemos a nuestras hijas cuando lo hagan. Quizás así llegará el momento en el cual todos los días serán los de la igualdad y el respeto a la mujer.