Las elecciones presidenciales del domingo representan una de las participaciones electorales más bajas desde 1994. En las elecciones del pasado tres de febrero, solo la mitad de los salvadoreños aptos para votar acudieron a las urnas por lo que Nayib Bukele fue electo presidente con el 50.3 % de participación electoral. Este porcentaje es superado por el 51.96 % con el que fue electo presidente Francisco Flores en la elección de 1999.
La legislación en El Salvador no exige un porcentaje mínimo de asistencia a las urnas, si esto ocurriera ¿cuál habría sido el escenario en las elecciones donde Francisco Flores ganó la presidencia con una participación del 38 % de padrón electoral?
El director ejecutivo de Acción Ciudadana, Eduardo Escobar, opina que cualquier elección menor al 50 % de participación electoral adquiere una legitimidad mínima. “No hay un límite de participación y por lo tanto, cualquier elección, independientemente del porcentaje de asistencia, adquiere una legitimada mínima… y obviamente sí adquiere legalidad porque se desarrolló dentro del marco de la ley”.
Pero si evaluamos la calidad de esa legitimidad, Escobar agrega que sin lugar a duda “hay un déficit democrático”. El déficit ocurre cuando menos de la mitad de la población apta para votar decide no asistir a las urnas. Entonces, “no aparece la mitad de la población validando a esas autoridades electas”.
Si esto lo comparamos con los resultados del 3 de febrero, donde el 50.3 % de salvadoreños empadronados fueron a votar, significa que “por un poco de votos, (Nayib Bukele) tiene el mínimo democrático exigido. Ese mínimo democrático exigido, en cualquier decisión que se tome, es de la mitad más uno”, explica Escobar.
Las elecciones con las participaciones más altas fueron las de 2004 donde Elías Antonio Saca y Schafik Handal competían por la presidencia de El Salvador. En ese entonces, el padrón estaba arriba de los 3 millones de salvadoreños y hubo un 67.3 % de participación.
Con información de El Salvador