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Restaurante La Casa de Pedro lucha por permanecer en el Seaport

El empresario venezolano Pedro Alarcón y su socio Luis Maggioli vieron hace dos años una buena oportunidad para traer un poco de diversidad culinaria al Seaport District de Boston, y decidieron instalar una segunda sucursal de su restaurante “La Casa de Pedro”, de comida latinoamericana.


Pedro Alarcón y su socio Luis Maggioli

Pedro Alarcón y su socio Luis Maggioli

La idea prometía: un vecindario en pleno apogeo, al lado del Downtown, donde se construyen edificios de lujo. Pedro Alarcón ya tenía una sucursal del restaurante venezolano en Watertown, MA, y con esta experiencia decidieron apostar por una segunda sede en el Seaport, para lo cual adquirieron una deuda de 3 millones de dólares. Pero tal parece que la zona no les ha dado una bienvenida muy calurosa.

Después de un poco de retraso en los preparativos, el restaurante arrancó seis meses después de lo previsto, justo en la temporada de invierno, que es la más difícil. Y tras 18 meses en el negocio, los empresarios han sufrido estragos económicos y están en discusiones con el propietario del edificio en 505 Congress Street para mantener el espacio.

El restaurante está ubicado en la planta baja de un edificio residencial de lujo con 238 apartamentos. Según palabras de Alarcón, algunos inquilinos del complejo se han comenzado a quejar con el propietario porque no les gusta “el tipo de gente” que ha atraído las fiestas privadas los fines de semana y el brunch del domingo.

Ante esta situación, la empresa propietaria del edificio, Waterside Development Group LLC, ha intentado sacar el restaurante del espacio. En una audiencia pública que tuvo lugar el pasado jueves en el City Hall de Boston, se acordó la propuesta de cerrar a la medianoche (en lugar de las 2 de la madrugada), para mantener contentos a los vecinos, pero Alarcón y su socio aceptaron arregañadientes, pues consideran injusto.

“Nos hemos visto obligados a aceptar temporalmente este cierre temprano, a pesar de que consideramos que no es lo justo, pues nosotros tenemos una licencia de entretenimiento y estamos perdiendo dos horas de ingresos, probablemente las dos horas más jugosas”, se queja Alarcón en una entrevista con El Planeta.

Con la licencia de entretenimiento, el restaurante tiene permiso para poner música y una pista de baile, lo cual, según el propio Pedro, ha sido lo que ha atraído más clientela, especialmente durante los meses de invierno cuando el tráfico peatonal en el vecindario baja considerablemente. “En los últimos meses lo que nos resulta a nosotros son las fiestas privadas, para poder pagar la renta que es elevada. Cuando alquilamos este espacio la renta era costosa y hablamos de reducirla. Pero nunca lo pusimos por escrito”, comenta Pedro Alarcón.

“La mayoría de nuestra clientela viene tarde los fines de semana, y nadie quiere llegar a las 11 de la noche para tener que irse una hora después”, explicó. “Si yo genero ingresos, yo puedo pagar”.

El pasado 15 de abril, el restaurante se declaró en bancarrota, aunque sus dueños aseguran que van a luchar porque permanezca abierto. “No vamos a cerrar. Necesitamos proteger nuestro negocio”, contó Alarcón.

Los vecinos aseguran que no es un problema de raza

Marc Sardegna, quien vive con su familia en uno de los apartamentos del edificio, en el tercer piso, explicó a El Planeta que él no tiene ningún problema con la clientela que va al restaurante sino con el ruido que genera.

El inquilino cuenta que, desde hace varios meses, el restaurante se ha convertido en un club nocturno, y que no se siente cómodo con eso. «Se sirve alcohol hasta las 2 de la madrugada con música a alto volumen, dentro y fuera del restaurante cuatro noches a la semana, algunos fuman en la calle, y después vemos a un grupo de 100 a 200 personas en las aceras, pasando un buen rato pero perturbando a los vecinos hasta pasadas las 3 de la mañana», se queja.

Pedro Alarcón alega que, cuando Sardegna y otros inquilinos se mudaron, sabían que este espacio estaba allí, y que tenía licencia de entretenimiento.

No obstante, Sardegna alega que a él solo se le informó que se trataba de un «restaurante y no un club nocturno».

Otra inquilina de edad mediana, que prefirió no identificarse públicamente mencionó que le molesta que cuando hace frío, algunos clientes del establecimiento se refugia en el lobby del edificio, otros se queda fumando en la calle, pero que esto puede pasar inclusive si le ponen un club nocturno que atraiga a personas blancas. «No es el tipo de gente, sino el ruido que genera», opina.

Un trabajador del valet parking del restaurante pudo confirmar que varias personas que viven en el edificio se han quejado múltiples veces del ruido, y a veces se asoman por la ventana. En abril, la policía tuvo que intervenir para dispersar a un bullicioso grupo que salió de una gran fiesta de cumpleaños, pero cabe destacar que nadie fue arrestado.

Carmen Arganza, quien es venezolana y asegura que ha asistido a un par de fiestas en La Casa de Pedro, afirma que «la fiesta se pone buena después de las 11 de la noche», y que es divertido para ella y sus amigos latinos por el tipo de música que ponen. «Lo recomendaría más como discoteca que como restaurante», dice.

El usuario de Facebook Jason Demasi publicó un comentario sobre el caso en un link del Boston Globe, donde expresó: «Starbucks, que está directamente en frente, también cerró el mes pasado. Salvatore’s Pizza hizo lo mismo el mes pasado. M Spiedo cerró el año pasado, y estaba localizado en el Renaissance Marriot Waterfront. Es más acerca de ubicación y logísticas. Esa área es muy poco atractiva y tiene más torres corporativas que un vecindario próspero o un destino para salir por la noche».

Minorías que harán falta

Tal parece que el boom económico del Seaport se está llevando a las minorías raciales por delante.

Los bostonianos sabemos que el Seaport es un vecindario blanco. Pero, ¿cuán blanco es? Cifras del Censo de EE.UU. publicadas por el Boston Globe en su reportaje investigativo titulado «Un nuevo Boston, más blanco que el viejo», revelan que los prestamistas han emitido solo tres hipotecas residenciales a compradores negros en el Seaport, de un total de 660 en la última década. La población es 3 por ciento negra y 89 por ciento blanca con un ingreso familiar promedio de casi $133.000, la más alta de cualquier código postal de Boston. Además, sólo hay dos negocios de dueños minoritarios: La Casa de Pedro y Larry J’s BBQ Cafe, del afroamericano Larry Jimerson.

Por esta razón, sería especialmente lamentable que La Casa de Pedro decidiera cerrar. En este caso, ¿qué tan fácil sería para otro empresario minoritario instalarse allí?

«Para los comerciantes latinos, que muchas veces tenemos menos poder adquisitivo que grandes cadenas de restaurantes cuyos dueños son blancos, resulta especialmente complicada la tarea de abrir un restaurante», opinó el emprendedor guatemalteco José García, dueño de Ebi Sushi en Somerville y Sushi Kappo en Fenway. «Es bien difícil, porque no es solo tener el dinero en mano sino estar bien conectado e informado para que te consideren y para tomar las buenas decisiones. Las grandes compañías generalmente matan a los negocios pequeños», opinó.

Rubén Azócar, médico anestesiólogo venezolano y cliente del restaurante La Casa de Pedro, opinó: «La situación debe ser considerada en el contexto global de lo que aún es un problema en Boston. Vivimos en una sociedad que aunque se considera liberal y de avanzada, todavía sufre de la falta de integración étnica, racial y social. En la fachada pareciéramos ser integrados pero de la puerta para dentro nos falta mucho por avanzar. Y mientras el problema pareciera a veces ser imperceptible, situaciones como la de La Casa de Pedro son el pico del iceberg».

Por su parte, Nader Acevedo, presidente del Hispanic American Institute y asesor de negocios, reconoce que el Seaport es una zona con muy poca diversidad y comenta que este tipo de vecindarios son muy difíciles de penetrar para emprendedores minoritarios. «Siempre es una pena que un negocio con emprendedores hispanos, que además emplea a un centenar de personas, cierre sus puertas. Mi consejo para Pedro es que no se rinda, y busque otras alternativas a través de la bancarrota. Que recuerde que Trump ha ido en bancarrota múltiples veces, y ¡mire dónde está!».

Pedro Alarcón alienta al público a que le apoyen en esta cruzada, para lograr que su negocio subsista. En el vecindario sólo hay dos restaurantes de dueños minoritarios. La mayoría de los negocios son grandes cadenas como Legal Sea Foods o Strega. “Necesitamos que vengan, que nos visiten y traigan a sus amigos, tenemos que levantar esto con la ayuda de la gente”, dice Pedro.

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