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Los héroes anónimos del Prudential Center

La conocemos muy bien. Se puede ver desde todo Boston. El viernes 3 de noviembre visité la Torre Prudential.

En el complejo, un espacio muy limpio y con la comodidad de un ambiente regulado por aire acondicionado o calefacción, entre una fila de laureles de Malasia, y el color blanco reluciente del mármol que envuelve pisos y paredes, me siento a pensar: ¿Cuáles son las diferentes formas en que los latinos contribuimos a Boston?

La sombra de la torre se acuesta sobre el verdeante jardín sur del complejo, junto a las de los rascacielos del Sheraton Hotel y el One-Eleven. Elegantes estructuras que penetran los cielos como dagas y que marcan el epicentro de Boston. Afuera, el viento estremece las plantas del jardín y golpea la cara de un hombre vestido de blanco quien saca la basura. Al lado de él hay un estatua con adornos de Navidad, mientras el gentío con bolsas de compras parece salir como hormigas de tiendas como Barnes and Noble, Microsoft, Tesla, Gucci, Lord and Taylor, y otras. Sin duda, la temporada de Navidad ha empezado. En la distancia hay otros hombres de blanco—más janitors, en plena acción, ejecutando varios quehaceres de limpieza. Ellos son los trabajadores inmigrantes del Prudential Center.

El clac de tacones, la amistosa charla de visitantes, el sonido de las cocinas, y el eco de todo lo que es el comercio convergen en un elegante caos dentro del Prundential Mall. Todo se ahoga en la música jazz que toca el sistema de audio del edificio en el fondo. Esta es parte de la vida dentro un centro comercial. Hay toques de olor de café. Después de un momento, cierro mis ojos para callar el tumulto y bloquear las señalizaciones y anuncios atrevidos que urgen por mi atención. Me distraen de lo que vine a hacer: sumergirme en el mundo del personal de limpieza y lograr interactuar con ellos.

Cuando abro mis ojos, miro hacia arriba, sobre el montón de vidrio elevado por encima de mí y reflejando al cielo azul de Boston: 750 pies de cemento, poder, y prestigio. Un mega espacio de uso-mezclado, y oficinas llenas de gente de alto calibre—abogados, inversionistas, y empresarios de alcance global. Personas quienes pertenecen a organizaciones como MFS Investment Strategies, Ropes and Gray LLP—una empresa de alto rango conocida por sus transacciones prominentes de miles de millones de dólares y sus abogados notables.


Un indigente en el Prudential Center

Foto: Noé Álvarez

Un indigente en el Prudential Center

Pero aquí también hay personas quienes se doblan como pretzels dentro esquinas cálidas junto a la estación MBTA Prudential. Personas sin hogar. Uno de estos hombres menos afortunados que la mayoría de los ciudadanos del Prudential, guarda su carrito lleno de bolsas con basura.

Se joroba sobre un celular y se lo pone en su oído. También él tiene llamadas que hacer.

Una hoja de una de las plantas decorativas cae junto a mí y es tragada por un vehículo automático de succión de basura y una escoba. A cargo de esta labor está un hombre con camisa blanca, corbata negra y guantes de látex. Una botella de spray y una insignia de identificación cuelgan en su cadera. Su walkie-talkie suena con voces en español. Es un janitor que pidió ser identificado como Fernando (nombre ficticio). Su origen: República Dominicana. Sus ojos no parecen verme mientras hablamos pues está preocupado con asuntos relacionados al polvo y escombros.

No tiene tiempo para entretener a escritores privilegiados como yo. Noto la precisión con que hace su trabajo, meticulosamente.

Los hombres de blanco en acción

El domingo cinco de noviembre regreso de nuevo a este gigante mundo de tiendas y oficinas, obligado a encontrarme con más hombres de blanco y quienes se mueven como sombras: los janitors de la Torre Prudential. De nuevo, los tacones de zapatos pulidos suenan, la firmeza de cada paso reverberando contra las paredes como egos contra espejos.

Veo a un janitor abrirse paso entre la multitud de gente, deslizándose como la mantequilla. Intento seguirlo pero desaparece alrededor de una esquina, dentro de las numerosas puertas y elevadores de servicio. Repetidamente, sigo pero fracaso hasta que me siento y espero. Mis oídos capturan los resonantes sonidos de un contenedor de basura rodando rápidamente. Veo un portero sacudiendo bolsas de basura. Su nombre (el que me pidió usar para este artículo) es Mauricio y es dominicano. Su sonrisa es tan contagiosa que me hace pensar: este hombre conoce bien la felicidad. Recoge basura en una mano, arruga periódicos en la otra, y reorganiza las sillas. Rutinariamente y silenciosamente, circula por los pasillos, siguiendo los rastros de otros y poniendo orden a las cosas. ¿Qué pensará ese hombre? La gente lo pasa sin prestarle atención. Aún así, sonríe. Le hago preguntas y descubro que ha trabajado treinta años en el Prudential limpiando oficinas, ventanas y aspirando alfombras, entre otras labores. Se jubilará en dos años. ¿Su planes para después de retirarse? Viajar por el mundo. “Sean fieles con sus familias, amigos y comunidades”, sentencia Mauricio cuando le pido un mensaje para nuestra comunidad.

Se marcha de nuevo, dejándome maravillado. ¿A qué cosas soy fiel, como miembro de mi comunidad y familia? y ¿Qué valores que conservamos como inmigrantes nos ayudan o nos impiden avanzar?, son algunas de las preguntas que bailan en mi mente.

Más lejos, otro limpiador espera el elevador. Sacude las piernas, como si le dolieran de tantas horas de estar parado. Junto a él, otro janitor carga una escalera por encima del hombro llevándola a otro par de hombres vestidos de blanco y quienes limpian el vidrio de las puertas giratorias de Ropes and Grey, la entrada a la torre del Prudential.

Me voy del Prudential y mientras almuerzo en la plaza Copley cerca la Torre Hancock decido probar mi suerte para ver si puedo conocer conserjes en ese edificio icónico. Desafortunadamente, la entrada es difícil y me niegan acceso fuera del vestíbulo. Por accidente o por cosas del destino, se me cae mi botella de jugo ocasionando que se quiebre y el hombre de seguridad en el lobby del John Hancock hace una llamada. En solo minutos las puertas del elevador se abren y salen dos hombres sonrientes y equipados con aspiradoras, escobas, y recogedores de polvo. Son centroamericanos que caminan con orgullo y en sus camisas se lee: Janitronics. Trabajan rápidamente y mientras les pido disculpas todo es limpiado y desaparecen dentro de un elevador, como si nada hubiera sucedido. Solamente sombras de hombres a quienes nunca veré de nuevo. Salgo del edificio con elevada curiosidad sobre el trabajo que hacen estos y otros individuos dentro de tantos edificios y el que hacen todos quienes limpian detrás de los pasos de otra gente.


Jesús, un mexicano que tiene un negocio de reparación de zapatos en la torre del Prudential

Foto: Noé Álvarez

Jesús, un mexicano que tiene un negocio de reparación de zapatos en la torre del Prudential

El zapatero del Prudential

Hoy, lunes seis de noviembre, me propongo a ir hacia la cima del edificio donde está el Observatorio Skywalk y me pongo como meta visitar el Museo de Historia Inmigrante de Boston. Estoy dispuesto a viajar hacia el piso cincuenta pero me detengo cuando noto una señal que lee, “Reparación de Calzado”. Meto la cabeza y me saluda un hombre de baja estatura y con una cadena de oro en su cuello. Se trata de Jesús (nombre verdadero), el dueño, quien es originario de México. Le pregunto sobre su vida, de su viaje a los Estados Unidos, y qué mensajes tiene para otros inmigrantes. Me cuenta que aprendió el oficio de zapatero de su padre quien también se dedicaba a la reparación de calzado. Relata que salió de México a los dieciocho años, no por necesidad, pero porque terminó con su novia en aquel tiempo. Un amor con el nombre Norma. Suelta una risa tímida y exclama, “¡Cosas de jóvenes!”. Desde joven le gustaba tocar música—el saxofón, y se arrepiente por no tocarlo nunca más. Es músico de corazón. Su consejo para otros inmigrantes es: “Sigan luchando”.

Un cliente se mete entre nosotros y le pide a Jesús que le limpie sus botas y las tenga listas dentro de una hora. El zapatero regresa a su trabajo porque, “sumirse en el trabajo ayuda a olvidar los problemas de uno”, sentencia el mexicano. Y es cierto, el trabajo parece mantener un cierto orden en nuestras vidas. Pero me pregunto, ¿Nos hemos sumido demasiado en nuestro trabajo?

Le doy las gracias a Jesús y tomo el elevador hasta el piso cincuenta en donde soy recibido por una señora con grueso acento de Boston—una representante con cabello rizado y originaria de Puerto Rico. Pago la entrada y con una sonrisa grande me da un aparato de audio y me dice, “Bienvenido a Boston. Espero que disfrutes”. El panorama de Boston es increíble, a pesar de todas sus calles congestionadas. Entro al museo, “Dreams of Freedom”—Sueños de Libertad, donde estudio de la composición étnica de Boston y cosas como, “El Pasaje”, “Adiós Madre Patria”, y “Hogar de Nuestros Antepasados”.

Me suenan como historias similares a las de muchos inmigrantes de hoy. Hay una exposición que muestra el equipaje y artículos domésticos de los primeros inmigrantes irlandeses e italianos—familias desesperadas por huir del hambre, persecución, y quienes viajaron a este país y que no fueron bien recibidos. En otra exposición hay un juego interactivo titulado, “¿Quién Quiere Ser Un Americano?” donde los concursantes son invitados a contestar diez preguntas de las que se hacen para obtener la ciudadanía estadounidense. Finalmente salgo del Skywalk. Tomo el elevador hacia el lobby y se abren las puertas donde hay un limpiador tendiendo unas alfombras dignas de la realeza. Aspirando enérgicamente. Me pregunto, qué pensará él cuando limpia dentro del Museo localizado en el edificio. Con tantos hombres de seguridad mirándome, no interrumpo al trabajador con ninguna de mis preguntas.

Un testigo menos abierto

Regreso el martes siete de noviembre y en esta visita interrumpo a otro de los hombres vestidos de blanco y quien disfruta de su cafecito. Me permite acompañarlo. Su nombre es Juan (anónimo). Un inmigrante que también ha trabajado limpiando las oficinas de la Torre Prudential. Su discurso es enfático y animado. Hace largos gestos con sus manos como si cortara el aire mientras me cuenta del Boston de antaño, cuando los barrios estaban divididos étnicamente y las tensiones raciales eran altas. Recuenta todo el trabajo duro que hicieron, él y otros grupos minoritarios, para organizarse y votar para traer cambio y curación a las comunidades. “Había un tiempo cuando uno no podía entrar a otros barrios. No eran [vecindarios] seguros para latinos”.

Y aunque las cosas han mejorado con el pasar de los años, todavía hay mucho trabajo que hacer, me dice.

Su consejo para otros inmigrantes: “Que se superen. Y si tienen hijos, que les aconsejen sobre la importancia de votar”. Juan limpia su mesa y continúa su camino.

Doy un paseo pensando sobre mi tiempo limitado con estos hombres, y estoy un poco frustrado por encontrar las palabras idóneas para capturar mejor mi breve contacto con ellos. Me pregunto cómo mejorar las relaciones entre los inmigrantes y no inmigrantes. Tengo una lucha interna por conseguir más de los pequeños detalles que podrían poner en primera plana la humanidad de la gente que he conocido, más allá de sus trabajos—algo que podría descubrir a los hombres y mujeres dentro de esos uniformes blancos. Solo tengo este artículo que ofrecer.

Así que, no importa en donde viva en Boston o cuál es su rol en esta comunidad, recuerde a los hombres y mujeres de la Torre Prudential— ellos son las verdaderas vigas de acero detrás de la estructura. No podemos olvidarnos de los janitors quienes llenan ese edificio desde la cima hasta el fondo, quienes caminan innumerables millas por los pasillos, y quienes ponen sus manos en casi todas los superficies—limpiando, para que otros no tengan que limpiar. Tienen historias que contar. Edificios como la Torre Prudential son símbolos de la fortaleza de estos trabajadores y de logros de la gente inmigrante.

Antes de que apague sus luces en la noche, tenga en cuenta que hay otras prendidas en algún lado en Boston, brillando sobre el trabajo de latinos, inmigrantes de todas partes del mundo y trabajadores locales quienes laboran en rascacielos, limpiando ventanas, pisos y escritorios de grandes abogados, inversionistas, ejecutivos y empresarios.

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