Los orígenes de una novela son como semillas que llegan silenciosas y crecen en secreto. Es muy difícil conocer con certeza como o cuando nos llega la inspiración. No fue así con Disappeared, mi última novela.
La idea de escribir la historia de una joven mexicana que investiga la desaparición de tantas mujeres en Ciudad Juárez nació durante las elecciones presidenciales el año pasado. Fue entonces cuando vi la gran cantidad de ira nacional dirigida al inmigrante latino. Y aunque mis amistades me decían que no era ira ni odio sino el deseo cívico de defender las leyes del país y proteger sus fronteras, no pude dejar de sentir algo muy personal.
Se me hizo imposible no sentir que en el fondo de la obsesión por erigir barreras en nuestra frontera del sur, había un racismo, un menosprecio al latino y a todo lo que hemos aportado a esta nación. La defensa de la ley y el deseo de proteger las fronteras, me parecieron solamente un pretexto para odiar.
La reacción más humana al odio es el de devolver ese odio con igual o más fuerza. Pero el vivir odiando es un vivir amargo y empobrecido. El odio le quita el valor y el interés a todo lo que no sea el objeto del odio. Lo que hice con la ira y el odio que empezaban a nacer en mí fue buscar la manera de transformar la energía de la ira y el odio en algo positivo. Por eso quise contar la historia de una joven periodista que arriesga su vida en búsqueda de la verdad, de una joven que demuestra nobleza de carácter, integridad, y coraje a pesar del miedo que siente y de la maldad que la rodea.
Quise crear personajes mexicanos complejos y humanos, para así presentar imágenes distintas, más reales y completas que las que se veían cada noche en la televisión. El odio se alimenta de la mentira y la caricatura. El odio mantiene frente a sí una ilusión, una imagen falsa y empequeñecida de la persona odiada. En cambio la buena literatura nos permite conocer al ser humano en la profundidad de su alma. Y más que nada, la buena literatura nos recuerda la humanidad que todos tenemos en común.
Yo no sé si mi novela logrará reemplazar el odio hacia el latino que existe en algún lector. Espero que así sea. Pero me importa más que a través de mi trabajo algún joven latino se sienta orgulloso de ser lo que es, que algún joven no se sienta menos o inferior por el hecho de ser menospreciado. Pero sobretodo, en el proceso de escribir la novela, logré poco a poco que el odio que se venía asombrando en mi corazón se convirtiera en algo así como amor.
En este mes que celebramos nuestra herencia Latina, busquemos cada uno de nosotros, según nuestra capacidad y talento, una forma positiva y personal de luchar contra el odio.