Las protestas anti-gobierno en Venezuela se encuentran ahora en su tercer mes, con cerca de 70 personas asesinadas y mil 300 heridos. Casi ningún día pasa sin que se presenten nuevas escenas de anarquía callejera y horrorosos actos de violencia por parte del estado. Venezuela se está dividiendo.
Siria es el ejemplo más reciente y alarmante de un país en el que el enfrentamiento entre protestantes pacíficos y el gobierno resultó un una guerra armada. ¿Podría Venezuela estar yendo por ese mismo camino?
Las dos partes del conflicto en Venezuela usan el término “guerra civil”, pero lo utilizan más como una táctica retórica. El Presidente Nicolás Maduro justifica las medidas severas en contra de los protestantes alegando que está tratando de salvar a Venezuela de terroristas que quieren instigar a la confrontación armada. Sus oponentes dicen que la intransigencia del gobierno está hundiendo al país en desesperación, empujando a Venezuela a un cataclismo de violencia.
Incluso Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos, evocó el término esta semana mientras fustigaba a Maduro. “Una guerra civil por parte de las fuerzas represivas del estado en contra de personas desarmadas, esa es la realidad de Venezuela”, dijo en una declaración.
Los enfrentamientos en las calles de Caracas dan una sensación de militarización. En las líneas frontales, protestantes aguerridos que se hacen llamar “la Resistencia”, usan escudos de madera, máscaras anti gases y hondas para hacer frente ante las tropas armadas de la Guardia Nacional, quienes lanzan bombas lacrimógenas y cañones de agua.
Con sus equipos de combate improvisados, los protestantes de Venezuela se asemejan a los manifestantes ukranianos que tomaron la plaza “Maidan” en Kiev durante la revolución de 2013-2014. Esos enfrentamientos comenzaron pacíficamente pero escalaron cuando la policía comenzó a atacar el sitio ocupado por las personas con francotiradores, matando a los protestantes. Las protestas eventualmente forzaron al presidente pro- Ruso. Pero el nuevo gobierno Ukraniano ha estado luchando contra los separatistas apoyados por Rusia en la parte este del país desde entonces.
El descenso de Siria a la violencia fue más pronunciado y mucho más catastrófica. Los protestantes de la Primavera Árabe en contra del gobierno del Presidente Bashar Assad fueron brutalmente reprimidos por las fuerzas de seguridad, y las confrontaciones se convirtieron rápidamente en un infierno, potenciado por armas y dinero provenientes de poderes regionales compitiendo por influencia.
Muchos de los factores que llevaron a la guerra civil en estos países están ausentes en el conflicto venezolano, y pocos expertos parecen pensar que ese tipo de confrontación de nivel militar es posible. Pero un colapso institucional que sumerja al país en un caos homicida y anarquía no es difícil de imaginar.
Los líderes de la oposición de Venezuela, insisten en que la no violencia es el único camino aceptable de protesta, y la abrumante mayoría de los manifestantes han sido pacíficos. Las últimas investigaciones académicas muestran que los movimientos de protesta no violenta tienen el doble de probabilidad de alcanzar sus objetivos que aquellos que usan la fuerza.
Aún así, los líderes de oposición parecen incapaces de refrenar más manifestantes que quieren confrontar las fuerzas de seguridad con bombas molotov y armas caseras.
Después de que Neomar Lander, de 17 años de edad, fue asesinado la semana pasada durante una protesta, el gobierno alegó que el joven había manipulado un dispositivo explosivo que planeaba usar en contra de las tropas. Los oponentes de Maduro dicen que la Guardia Nacional le disparó en el pecho con una bomba lacrimógena.
La gran mayoría de muertos en Venezuela han sido civiles, incluyendo algunos que fueron disparados durante las protestas. Pero miembros de las fuerzas de seguridad del estado también han sido asesinados, incluyendo un guardia que encontraron tirado boca abajo en la calle de la urbanización Altamira de Caracas la semana pasada.
Phil Gunson, un analista basado en Venezuela que forma parte del Grupo de Crisis Internacional, el cual busca aplacar los conflictos violentos alrededor del país, dijo que la posibilidad de lucha más intensa y extensa “está claramente presente en Venezuela”.
“Pero hay una serie de aceleradores claves de conflictos presentes en Ukrania y Siria que están totalmente ausentes acá”, dijo.
Destacó que Venezuela es un país con una historia reciente de gobiernos relativamente democráticos. Sus países vecinos han tratado de intervenir en el conflicto o han amenazado con hacerlo. No se necesita un “mapa” para la paz, ya que la constitución del país realizada en 1999 es ampliamente aceptada, aunque el plan de Maduro de reescribirla están haciendo mucho peor la tensión.
El 30 de julio los venezolanos elegirán delegados para una asamblea constitucional, y los oponentes a Maduro están boicoteando el evento. “La elección planeada para el 30 de julio podría ser un detonante para una mayor escalada de violencia”, advirtió Gunson.
Hay otras razones para preocuparse, agregó.
Maduro y los principales líderes que lo rodean parecen determinados a mantenerse en el poder a cualquier costo, a pesar del creciente aislamiento de la región y el aumento de señales de división entre el gobierno y los militares.
Una ruptura más dramática dentro de las fuerzas armadas de Venezuela podría ser el peor escenario si genera una pelea de aniquilación mutua. Hay precedentes en Venezuela por motines de este tipo: Hugo Chávez lideró un intento de golpe de estado en 1992 que apalancó su llegada al poder. Y cuando era presidente, Chavez fue sacado por un corto período debido a un golpe de estado en 2002. Luego regresó con el apoyo de oficiales militares.
El problema es que las armas en Venezuela no están solo en los cuarteles. El país está inundado de armas ilegales. Maduro también ha armado a decenas de miles de simpatizantes del gobierno, y recibió una gran critica internacional cuando anuncio sus planes de construir una fuerza de 500 mil milicianos.
Y a pesar de que el gobierno de Colombia se mantiene en gran parte neutral en el conflicto de Venezuela, los dos países comparten una frontera llena de grupos guerrilleros, mercenarios y bandas criminales que también pudieran jugar y rol desestabilizador.
“Esto no tiene que terminar en una guerra civil”, dijo Gunson. “Pero hay un número de alarmas en el tablero en estos momentos, y la comunidad internacional necesita actuar mucho más rápido y decisiva para atajarlos”.
La autoridades de la iglesia venezolana apelaron al Vaticano la semana pasada para que redouble sus esfuerzos para intervenir en el fin de la crisis, mientras Perú propuso el lunes un nuevo esfuerzo de mediación internacional con el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, como árbitro.