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Editorial del Washington Post: Trump traiciona al planeta

El lunes, la publicación Nature Climate Change (Cambio Natural Climático) publicó un estudio con el hallazgo de que el efecto del calentamiento global en las ciudades principales del mundo podría se más devastador de lo que estudios anteriores habían sugerido. El estudio encontró que algunas ciudades podrían estar un alarmante 14.4 por ciento más caliente en promedio al final del siglo, causando una caída de 10.9 por ciento en el producto interno bruto, debido a que las personas trabajarían menos, al deterioro de la calidad del agua y el aire, y a que se necesitaría más energía necesaria para refrescar los edificios.

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Al anunciar que sacaría a los Estados Unidos del Acuerdo Climático de París, Trump dio un duro golpe al esfuerzo que se ha hecho en contra del cambio climático – pero no solo eso. Al unirse a Syria y Nicaragua como los que no participarán en el esfuerzo diplomático más consecuente del siglo, también dio un golpe fuerte al liderazgo de los Estados Unidos que ha ayudado a promover paz y prosperidad en las últimas siete décadas, en gobiernos Republicanos y Demócratas por igual. Por debajo de sus liderazgos, los Estados Unidos actuó de manera egoísta y guiado por su propio interés. Los rasgos que reflejan las decisiones de Trump son egocentrismo, inseguridad y miopía.

Una variedad de factores contribuyeron al auge económico de la nación luego de la Segunda Guerra Mundial, pero entre ellos fue prominente el internacionalismo energético. El Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés), que obligaba a los países a reunirse regularmente para discutir mejoras en el ambiente para el comercio global, fue una de las instituciones apoyadas por los Estados Unidos con un éxito espectacular que ayudó gradualmente a eliminar barreras para el intercambio económico e innovación.

El Acuerdo de París ha prometido ser el GATT del siglo 21, estableciendo un marco de trabajo en el que los países se reúnan regularmente y en el que cada nación se espera que ofrezca lo que pueda hacer para apoyar una meta global esencial que ningún país podría alcanzar solo – en este caso no es comercio más libre, si no enfrentar los peores efectos del cambio climático.

El acuerdo lleva un sello americano. Era más justo y más flexible que otros intentos de encontrar un tratado para el clima global, con particular sensibilidad a las preocupaciones de los Estados Unidos de que las limitaciones de emisiones no deben ser impuestas sobre ningún país.

El acuerdo era la mejor esperanza que tenía el mundo para asegurar que las naciones con grandes desarrollos, como China e India, hicieran la parte que les correspondía, abordando preocupaciones del GOP de que estos país se niegan a sacrificarse junto con los Estados Unidos. No fijaba cómo exactamente los Estados Unidos y otras naciones ayudarían, si no más bien creaba una expectativa internacional de compromiso voluntario por parte de cada nación, forzado por presiones diplomáticas.

Ninguno de los argumentos de Trump tienen fundamento, en otras palabras. Podría haber ajustado, incluso minimizado, el compromiso de los Estados Unidos sin destruir el marco de trabajo.


La editorial se publican en The Washington Post el jueves.

El Presidente dijo el jueves que los Estados Unidos pudiera volver a unirse al Acuerdo de París luego de un período de renegociación. Pero dada la medida en la que otras naciones ya se han acomodado a las demandas de los estadounidenses,  la posibilidad de un tratado radicalmente diferente es fantasiosa. Entonces, ¿qué beneficios tangibles le trae a los estadounidenses esta decisión irracional? Ninguna. Ninguna en lo absoluto.

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