Este artículo fue producido en colaboración con el Boston Institute for Nonprofit Journalism y traducido al español por El Planeta Media.
En el aropuerto Logan se vivió un fin de semana de alivio después de una semana caótica.
Azi Torkamani estaba escéptica cuando escuchó que la orden de una corte federal en Massachusetts había bloqueado temporalmente la prohibición de viajar por 90 días que el presidente Trump había impuesto a siete países de mayoría musulmana, incluyendo Irán. La mamá de Torkamani, Ehteram Alian, de 67 años, estaba a medio camino entre Irán y Washington D.C. cuando la orden de Trump la dejó varada en el aeropuerto de Estambul por 14 horas. “Fue el peor día de mi vida”, dijo Alian en farsí mientras Torkamani traducía.
Para hacer las cosas más difíciles, Torkamani está en la semana 38 de embarazo esperando su primer niño y dice que necesita a su mamá para que la ayude con el bebé mientras ella trabaja largos turnos como médico residente. Por eso Torkamani y su esposo decidieron intentar otra ruta, esta vez hacia Boston.
Era arriesgado. Torkamani estaba preocupada de que su madre terminara varada otra vez en el trayecto Tehran- Frankfurt-Boston o que fuera detenida e interrogada una vez que aterrizara en el aeropuerto Logan. Y siempre había el riesgo de que Torkamani diera a luz durante la manejada de seis horas desde su hogar en Syracuse, Nueva York. Pero mientras la familia se abrazaba la tarde del sábado por primera vez en un año, Alian mostraba una amplia sonrisa.
“Estoy tan feliz”, dijo. “Estoy muy, muy feliz”.
Cientos de viajeros que habían sido originalmente bloqueados, como Alian, aparecieron en el aeropuerto Logan durante el fin de semana, ansiosos por ver a sus familiares o comenzar una nueva vida en los Estados Unidos después de días de andarse preguntando si serían admitidos antes de que sus documentos de viaje expiraran.
En una mesa llena de documentos, posters y caramelos recibidos como donación, abogados voluntarios hablaban con familiares de los viajeros para asegurarse de que sus parientes pasaran por la aduana y que los oficiales de inmigración honraran las órdenes de la corte. Entretanto, los familiares de los que llegaban recibían a sus parientes con ramos de flores, y otros desconocidos los animaban y mostraban carteles de bienvenida.
Todo era alivio después de un significativo nivel de incertidumbre. Trump firmó la excluyente orden ejecutiva el 27 de enero. La noche siguiente, mientras miles protestaban en aeropuertos a lo largo del país, un juez federal en Brooklyn aplazó la orden a nivel nacional, bloqueando al Departamento de Protección de Fronteras y Aduanas de los Estados Unidos para que no puedan usar la orden para deportar a nadie.
Mientras tanto, en una dramática audiencia que duró toda la noche en una sofocante sala de tribunal en Boston, dos jueces federales firmaron un aplazamiento de siete días previniendo detenciones y deportaciones. A pesar de estas órdenes, muchas aerolíneas no dejaron abordar rumbo a EE.UU. a pasajeros de los países que estaban prohibidos hasta el día 2 de febrero cuando Lufthansa anunció que dejaría viajar a los afectados en aviones que vayan hacia Boston. Mientras las noticias se regaban, la gente varada por la prohibición de viaje comenzaba a inundar el aeropuerto Logan. Sin embargo, al día siguiente un juez declinó extender la orden de aplazar la medida en Massachusetts.
Por algunas horas parecía como si los abogados y familias hubieran pasado el fin de semana desesperadamente tratando de traer a sus parientes a través de Logan antes de que la orden expirara y que las puertas se hubieran cerrado de golpe otra vez. Pero la noche del viernes, un juez federal en Seattle emitió otra orden de aplazar la medida que bloqueó gran parte de la orden ejecutiva de Trump hasta nuevo aviso.
Susan Church, una abogada de inmigración de la firma de Boston Demissie & Church, defendió el aplazamiento de la orden en el caso de Massachusetts y ha permanecido en Logan durante la semana pasada. El sábado en el aeropuerto dijo que la orden de la corte de Seattle llegó como un alivio después de que la orden de Massachusetts estaba lista a expirar.
“Yo pienso que lo que siente esta gente es prácticamente lo mismo: una sensación de que el terror se está aplacando y el miedo se está reduciendo; y alegría al ser reunidos con los miembros de su familia”.
Esa alegría era muy real para Parnaz Laknahour, quien viajó a través de Frankfurt, Alemania con una visa de inmigrante el sábado. Laknahour es estudiante de arquitectura de paisajes, tiene 25 años de edad y ha vivido sola en Tehran por 16 años después de que unos problemas con la visa le impidieran unirse al resto de su familia que emigró a Phoenix, Arizona y ahora son ciudadanos estadounidenses.
De acuerdo a Laknahour, oficiales en Tehran le dijeron a ella y a otros pasajeros abordando su mismo vuelo que serían deportados si trataban de entrar a Estados Unidos. Ella cuenta que incluso en el vuelo a Boston los iraníes estaban preocupados de ser detenidos y enviados de vuelta.
“Todavía no estábamos felices o emocionados, porque solo podríamos estarlo cuando llegáramos aquí”, dijo ella. “Ninguno de nosotros hubiera creído que pasaría por las puertas. Ninguno de nosotros”.
En ocasiones durante la semana, había reportes esporádicos de agentes de aduanas deteniendo a viajeros a pesar de órdenes de las cortes que recomendaban no hacerlo, en especial en el aeropuerto Washington Dulles International, cerca de Washington, DC. Pero abogados en Logan dijeron que los oficiales de aduanas de Boston parecían cumplir con la última orden de la corte.
De todos modos, las batallas legales no han terminado.
En la noche del sábado una corte de apelaciones negó la petición de la administración Trump de reincorporar la prohibición de viaje pero la corte aún está considerando otra petición de la administración. Distintos distritos de cortes federales podrían ganar con decisiones divididas sobre la orden ejecutiva, según dicen los expertos, y la palabra final la tendría la Corte Suprema. Por ahora los abogados dicen que tenemos que observar y esperar. “La gente que ha hablado conmigo está nerviosa”, dijo Stefanie Fisher, una abogada de inmigración quien estaba de voluntaria en el aeropuerto el sábado. “Ellos están dispuestos a pagar miles de dólares en boletos aéreos para lograr que sus parientes entren. Ellos sienten que el futuro es incierto. Y están haciendo todo lo que está a su alcance para reunir a sus familias”.
Torkamani quiere llamar a su bebé Liam porque es un nombre internacional que es común en diferentes culturas: persa, árabe, americana, irlandesa y alemana. Está muy contenta de que su mamá haya podido entrar a los Estados Unidos a tiempo para ver nacer a su nieto. Pero también dice estar preocupada sobre otros que tal vez no corren con la misma suerte.
“Nosotros los iraníes estamos trabajando muy arduamente para poder entrar en este país, considerado el mejor país en el mundo”, dijo. “Pero después de venir aquí si tú ves las cosas que están pasando, no puedes creer que estás en los Estados Unidos”.