Después de soportar las despiadadas tormentas de nieve que han azotado Massachusetts me pregunto si los que vivimos aquí somos de alguna forma masoquistas o quizá altamente tolerantes a las desidias climáticas.
¿O es que acaso somos gente intrépida y optimista que sabe que después de la tormenta viene la calma? ¿Qué nos ata a estas tierras?¿Hay algo que este lugar nos ofrece que ningún otro lugar nos puede dar? Sea como sea, tanta nieve le hace a uno preguntarse por qué somos tantos los que vivimos por estas regiones polares aguantando un invierno tras otro y quizá repitiéndonos: “Este es el último invierno que paso aquí”. ¿Cuántas décadas se han acumulado en nuestros calendarios así como pulgadas de nieve frente a nuestros hogares? ¿Será que en un momento nuestra razón o nuestras fuerzas se verán amedrentadas por el frío y verdaderamente haremos las maletas en busca de un clima más cálido?
Personalmente no soy amante de la nieve y no conozco a mucha gente a mi alrededor que lo sea; sin embargo si soy amante de Boston y conozco a mucha gente a mi alrededor que también lo es, por alguna razón u otra.
Yo no estoy 100% segura de por qué me encanta tanto esta ciudad y las razones listadas por otras personas varían considerablemente, pero de que Boston y Massachusetts tienen algo atractivo, en mi opinión, sí que lo tienen. Y estas quizá sean razones suficientemente grandes para mantenerme por estas tierras. A mí en lo particular me encanta la riqueza histórica y arquitectónica de esta ciudad; su tamaño, no es ni inmensa ni pequeña; me fascina su vanguardia en investigaciones académicas y médicas, su diversidad cultural y demográfica, sus parques, su dinamismo intelectual, su entusiasmo atlético, las amistades que he construido… yo qué sé.
Así mismo considero que Nueva Inglaterra es una gema, y vienen estas tormentas y uno dice: “Ya no aguanto más este frío!”. Pero aquí uno sigue, quizá porque sabe que en otros lados si los fríos no son terribles tal vez los calores del verano se presentan como infiernos voraces e insoportables. O sencillamente otros lugares se muestran estériles u opacos, quizá como maquetas construidas al apuro comparadas a la belleza que hay aquí.
Sea como sea, el otro día conversé con un buen amigo que me dijo que uno quizá inconscientemente opta por quedarse aquí porque: “En Massachusetts uno experimenta verdaderamente todas las estaciones. Uno tiene un viaje claro por lugares y regiones diferentes sin tener que moverse; el mundo transita por uno sin uno tener que transitar por el mundo”. Yo encontré algo de verdad y razón en sus palabras, pero no del todo. Algo, algo más falta. Quizá otra de las cosas que nos atan a este lugar es que aquí uno está rodeado de innovación y muchísimo talento en distintas áreas, y de una belleza ecléctica y progresista que muy pocas ciudades brindan. Y tomemos en cuenta que no todos los inviernos son así de duros como este…
Un poco de inclemencia puede darnos perspectiva y hacernos más fuertes también. Nos puede hacer disfrutar con más vitalidad de los primeros brotes de primavera, ¿verdad? Sin embargo, estas palabras pueden mostrarse como falaces o superficiales para muchas personas que se ven realmente afectadas por el trastorno de depresión invernal y para aquellas sin mayores conexiones o méritos en esta ciudad.
Las últimas tormentas de nieve y sus estragos, como el aislamiento o la reclusión que nos imponen, puede impactar severamente nuestra salud mental, agudizar problemas de depresión o causar recaídas en nuestra salud física. Y si la calidad de vida de uno se ve seria y verdaderamente afectada por estos inviernos entonces uno sí debería considerar mudarse a otro lugar con condiciones climáticas más favorables.
Este invierno ha sido despiadado, y las probabilidades de futuros inviernos nuevamente crueles son reales y bastante altas. Cuando se trata del bienestar físico y mental de uno, creo que no hay belleza arquitectónica, riqueza cultural, salarios grandes, ni oportunidades laborales que valgan la pena tanto sufrimiento. Hay cosas que pueden ser sacrificadas; la salud no es una de estas. Así mismo hay muchas cosas que podemos tratar de controlar y cambiar pero el clima tampoco es una de esas cosas.
Para aquellos con familia o trabajos extraordinarios por estos lados quedarse y aguantar las peores tormentas de la historia tiene más sentido que para aquellas personas sin tantas raíces y responsabilidades por estos lados y que además le tienen aversión al frío y/o propensión a la depresión.
Es importante saber hasta dónde y cuándo puede uno tolerar las crueldades del invierno. Hay que conocer las razones reales por las que uno está aquí, y tener en cuenta que hay distintos lugares y mucha facilidad de movilización y oportunidades en otras partes que quizá puedan mostrarse más idóneas para nosotros y nuestro estilo de vida.
Definitivamente las condiciones extremas de este invierno que estamos viviendo pueden ser para muchos “la gota que derramó el vaso” o el comienzo de una contemplación seria para migrar hacia tierras más indulgentes. A un par de conocidos diré “adiós”. Se van, y abandonan Boston por el frío y la nieve. Con aquellos amigos que se quedan de seguro seguiré compartiendo un par de quejas por las futuras nevadas y con ellos trataré de entender qué es lo que nos sigue atando a estas tierras.