ir al contenido

La tarde en que murió el escritor más querido del mundo

El fotógrafo Arturo López estaba de guardia en la calle Fuego, al sur de Ciudad de México, un 17 de abril y Jueves Santo. Fuego es una vía de pavimento uniforme con grandes casas a los lados, donde la vegetación trepa por los muros y cada tanto las jacarandas colorean las esquinas grises. Delgado, de cabello ensortijado y cano, toma fotos con una precisión metódica y un ritmo copioso. El día se le antojaba largo, aburrido y normal porque el movimiento a las puertas de la casa de Gabriel García Márquez era rutinario.

La Gran Tenochtitlan parecía una urbe solitaria. El éxodo de Semana Santa colapsó las avenidas de salida con colas kilométricas de turistas que soñaban con las vacaciones sin moverse de su sitio. Quienes se quedaron podían ver los preparativos de las infinitas formas del martirio de Jesús en las representaciones callejeras del Vía Crucis, como la de Iztapalapa, o vagaban asombrados por la vasta ciudad deshabitada y, a ratos, silente.

El número 144 de Fuego es una residencia colonial, con muros de piedra y ladrillo donde se trepan las enredaderas de buganvillas. López, fotógrafo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, llegó a las 10:30 de la mañana y se apostó junto a otros periodistas. Diez minutos después Mónica Alonso, la asistente que días antes negó que el Nobel tuviese cáncer, esquivó a los medios de comunicación y entró a la casa. A las 11:15 am un hombre llegó con bolsas de víveres para el almuerzo y, quince minutos después, apareció el cineasta mexicano Jorge Sánchez con un ramo de flores amarillas.

Al mediodía volvió a la casa Genovevo Quiroz, chofer y asistente personal del escritor colombiano. Cinco minutos después llegó una enfermera. Su estadía fue corta y no dio declaraciones al salir. Justo a las 2:38 pm, la locutora Fernanda Familiar tuiteó en su cuenta personal @qtf: “Deja de latir el corazón de Gabriel García Márquez”. Sin embargo, nadie en la calle Fuego se hacía eco de la afirmación, una más entre miles de rumores.

Los jueves santos son un caliche, un día nono, una jornada donde todo está previsto y pocas veces pasa algo que trastoque las cosas. Ningún reportero de esa cuadra quería cubrir la muerte de un maestro de periodistas hasta que, ocho minutos después, Fernanda volvió a tuitear: “Muere Gabriel García Márquez. Mercedes y sus hijos, Rodrigo y Gonzalo, me autorizan a dar la información. Que tristeza tan profunda…”, y entonces la calle Fuego se sumió en un silencio espeso que sólo interrumpían los flashes de las cámaras. Arturo López seguía tomando imágenes mientras pensaba: “Es una noticia muy triste, pero ahora que lo veo, todos esperábamos esto. Es terrible, la verdad”.

Fue así que muchos recordaron que el Gabo se fue de la Tierra un Jueves Santo, como Úrsula Iguarán, la matriarca que creó en Cien años de soledad para la estirpe de los Buendía, esa abuela remota de todos los latinoamericanos.

A las 2:55 pm Fernanda Familiar hizo su entrada a la casa, rota en llanto y 17 minutos después de haber tuiteado la noticia. Cuando cruzó la puerta con el semblante devastado, todos se percataron de que Gabriel García Márquez había muerto. Más que sus tuits, más que el diluvio de informaciones que no escampaban en el mundo entero, fue su bello rostro arrugado por una mueca de dolor lo que dio la aciaga noticia.

Poco después apareció un taxi y el escritor colombiano Guillermo Angulo se bajó con una maleta. Llevaba cara de malas noticias. Afirmó no saber nada y pidió que lo dejaran pasar porque acababa de llegar del aeropuerto. Poco después la marabunta informativa llenó toda la calle. Más de cien periodistas de radio, TV, webs y periódicos hormigueaban frente a la casa de donde no salía ninguna declaración, hasta horas después.

Para leer toda la crónica y fotos del fallecimiento de Gabriel García Marquez en Prodavinci.com has click aqui

Últimas Noticias