El fin de una era tocó la puerta de Adrián Beltré. El pelotero dominicano decidió dar un paso a un costado y descansar, anunciando su retiro de las Grandes Ligas el 20 de noviembre, dando así punto final a un mágico camino por la pelota norteamericana a lo largo de 21 años y cuatro distintos uniformes defendidos a lo largo de ese periodo sin mayores interrupciones.
El pelotero informó aquel día que “después de cuidadosa consideración y muchas noches sin dormir, tomé la decisión de retirarme de lo que he hecho toda mi vida, que es jugar béisbol, el juego que amo”.
La noticia, lamentable para muchos, fue un cierre digno para un elemento de 39 años y que pese a contar con una excelente forma física, meditaba el retiro hacía un tiempo, por lo que para muchos tampoco se trató de una sorpresa mayúscula en la disciplina.
“Lo medité mucho y aunque valoro todas las oportunidades y todo lo que el béisbol me ha brindado, llegó el momento de poner fin a mi carrera”, agregó.
La situación permitió que compañeros y rivales en el campo se pronunciaran sobre el hecho, con muchos de sus compatriotas y otros latinos manifestándose para aplaudir el fin de un magnífico trayecto por las mayores.
Wellington Castillo fue uno de ellos, al felicitar a Beltré por “tan bella carrera”, así como señalar que fue “más que un orgullo haber jugado con usted y contra usted”. Mientras, del lado de los Rangers de Texas, su última organización, no fueron pocos los que celebraron su andar por el béisbol norteamericano, como el caso del venezolano Rougned Odor, quien lo calificó como un “mentor”. El infielder lo recordó como “un gran amigo y un gran líder”, alguien que le enseñó mucho de béisbol.
Por su parte, el también venezolano Robinson Chirinos le agradeció “por todo lo que hiciste por nosotros, por tus compañeros de equipo, los consejos, regaños y, sobre todo, por ser incondicional amigo”.
¿El mejor dominicano?
Adrián Beltré entra ahora en un debate subjetivo pero agradable que pone su nombre junto a los de David Ortiz, y Albert Pujols como los mejores peloteros dominicanos de la historia, una discusión que encuentra en varios de estos la posibilidad de analizarlos según su posición, su producción, así como los logros individuales y colectivos.
La continuidad fue un tema importante en su carrera, viéndose día a día sobre el terreno de juego gracias a un físico privilegiado que le permitió hacer las labores tanto ofensivas como defensivas sin ningún contratiempo, viéndose en ventaja respecto a los otros dos ya mencionados por esta circunstancia, pues Ortiz, como es bien conocido, guardó el guante para desempeñarse la mayor parte del camino como bateador designado, algo que ha adoptado en los últimos años Pujols.
A Beltré es difícil olvidarlo a la defensa, generando mayor desgaste físico en la tercera almohadilla, pero sin que eso llevara al extremo su situación en el deporte.
Ofensivamente, Pujols ha sido más completo, con promedio vitalicio de .302 por los .286 en los que coinciden Beltré y Ortiz. Además, no superó la barrera de los 500 jonrones (477), algo que sí lograron los otros dos; no obstante, sus más de 3.000 incogibles no son cosa menor para destacar.
La asignatura pendiente
La gran deuda que el dominicano tiene con el béisbol, o que el béisbol tiene con él, ha sido el de un título de Serie Mundial. Muy cerca estuvo de lograrlo con los Rangers, pero los Cardenales de San Luis tuvieron la última palabra en el 2011, una definición que será recordada para siempre, pues los tejanos estuvieron a un strike de coronarse en el sexto juego.
El anillo de campeón que jamás logró obtener pasará como la tarea que no completó, pero eso no mancha una carrera óptima en la que su nombre no dejó mal a ningún dirigente ni compañero, con los Dodgers de Los Ángeles como primera oportunidad en la MLB en 1998 para luego pasar a jugar en la Liga Americana con los Marineros de Seattle en 2005, Medias Rojas de Boston en 2010 y Rangers a partir de 2011.
Su despedida, aunque con la nostalgia de saber que un jugador de su talla ahora verá el deporte desde la tribuna, también abre una nueva puerta, la del Salón de la Fama de Cooperstown, caso que luce casi seguro por sus logros, por su disciplina, su respeto al juego y los rivales, así como la forma en que batazo a batazo y out a out fue destacando y elevándose sobre el resto del universo que hace vida en las Grandes Ligas.