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Aging In The Shadows

Todas las tardes cálidas y soleadas Don Pedro canta boleros y rancheras mexicanas y se acompaña con su guitarra en un emblemático parque de Boston. Parece camuflarse con el follaje, pero allí está, en la sombra, donde muchos bostonianos lo han escuchado, por años, y muy pocos saben quién es o serían capaces de reconocerlo.

Llegó a Estados Unidos en 1990. Dejó a su esposa y a sus seis hijos en Puebla, su ciudad natal en México, y se puso en manos de un coyote para cruzar la frontera, huyendo de una deuda y con la esperanza de poder enviar dinero a su familia para pagarla. Se estableció en Nueva York, donde comenzó a hacer trabajos de construcción y se encontró con el problema de que no le alcanzaba el dinero ni para pagar su propio alojamiento. “Vivíamos unas 20 personas en un apartamento de un cuarto, dormíamos en el suelo sobre colchonetas, una al lado de la otra”. Un día fue a Boston a visitar a unos amigos, y se quedó buscando mejores resultados. Pero la situación no fue muy distinta.

Después de haber trabajado en la industria de construcción, en restaurantes, tiendas y en conjuntos de mariachi, Pedro comenzó a dudar si podría encontrar lo que buscaba. Estaba solo, trabajando tres turnos al día, viviendo en un apartamento hacinado, y llegando a sus años dorados. Fue así como cayó en el alcoholismo y la depresión. Finalmente se enfermó de tuberculosis y estuvo internado al borde de la muerte en Boston Medical Center.

Hoy, Don Pedro vive para contar la historia, y las circunstancias lo han obligado a reducir la velocidad. «Solía ganar mucho más cuando trabajaba para la construcción, pero ese trabajo es solo para gente joven. No puedo hacerlo más», dijo.

Después de que se recuperó, tuvo la suerte de vivir con un amigo, que no le cobra alquiler. Dijo que se gana la vida tocando música en el parque durante los meses cálidos y haciendo trabajo de jornalero en el invierno. Sin ahorro alguno, vive al día: «Si paro de trabajar, no me alcanza».

¿El sueño americano?

Alrededor del 70 por ciento de los ingresos las personas mayores más pobres en los Estados Unidos, proviene de la Seguridad Social, según las estadísticas federales. Pero las personas mayores indocumentadas, que no califican para este beneficio y tienen el doble de probabilidades que la población en general de vivir en la pobreza, continúan dependiendo en sus ganancias diarias.

Para sobrevivir, muchas de estas personas de la tercera edad siguen trabajando en empleos de bajo salario, a menudo físicamente exigentes: cocinar, limpiar casas, vender en la calle o trabajar como cuidadores a domicilio a los 70 o 75 años, o por el resto de sus vidas.

Pablo Buitrón, un médico de atención primaria de Ecuador que trabaja en el Boston Medical Center, trata a muchos pacientes hispanos, algunos de ellos indocumentados. «Sus problemas más comunes son las enfermedades crónicas, como hipertensión, problemas cardíacos, obesidad, ataques cardíacos, diabetes … y esto a menudo es consecuencia de su estilo de vida», dijo Buitrón.

Además, explicó, la mayoría de los pacientes indocumentados presentan algún problema psicológico o psiquiátrico, ya sea ansiedad, depresión o traumas debido a estar lejos de la familia, o alguna experiencia impactante que sufrieron como inmigrantes, o discriminación. Además, la ansiedad producida por la incertidumbre y el miedo a la deportación ha crecido en la época de Trump, observó.

A su parecer, en el área de Boston «no hay suficientes terapeutas que hablen español, y está lejos de ser ideal someterse a terapia mental con la ayuda de un traductor en lugar de un médico que habla su idioma o entiende su cultura».

Algunos legisladores y otros argumentan que los inmigrantes indocumentados están agotando los servicios públicos sin pagar su parte. Sin embargo, un análisis de la Administración de la Seguridad Social revela que los inmigrantes no autorizados pagaron $13 mil millones en el programa solo en 2010, mientras que solo reciben $1 mil millones en beneficios. Otra investigación ha encontrado tendencias similares para Medicare.

Sin seguro médico

Las personas indocumentadas no tienen acceso a un seguro médico en ningún estado del país. A pesar de ello, Massachusetts ofrece un paquete de beneficios bastante generoso que se llama Health Safety Net, conocido como MassHealh Limited. Esto incluye visitas preventivas y emergencias para las personas que no califican para seguros médicos. Pero tiene limitaciones.

“La mayor diferencia entre un seguro médico y MassHealh Limited es que la persona sólo puede asistir a centros de salud comunitarios u hospitales públicos», explicó Hannah Frigand, directora asociada de la línea de Ayuda, Inscripción y Educación de Health Care For All, una organización que se encarga de educar y ayudar a navegar el sistema de seguro médico en Massachusetts. Además, no tienen cobertura del servicio de ambulancia (Una ambulancia para un traslado de 10 minutos en Boston puede costar unos $850 dólares) y sólo pueden dirigirse a farmacias específicas para obtener medicamentos.Tampoco están cubiertos los servicios como atención a largo plazo o centros de enfermería.

“Hemos escuchado historias recientes de personas que tienen cáncer y lo que significa para ellos cuando sólo califican para el Health Safety Net”, dijo Frigand. “Alguien que necesite asistencia personal, no tiene acceso a ese beneficio en casa, y eso los hace más propensos a ser hospitalizados por más tiempo, lo cual tampoco está incluido en la cobertura”. Los ancianos y las personas muy enfermas son los grupos más afectados por estas limitaciones en la cobertura que ellos no pueden costear de su bolsillo.

¿Quién paga las cuentas?

Una ley federal de 1985 exige que los departamentos de emergencia de hospitales atiendan a cualquier persona que llegue, independientemente de su capacidad de pago.

Cuando una persona no puede pagar una deuda de servicios médicos, el hospital intenta cobrarle, aunque la persona nunca pague, lo cual queda registrado en su historial crediticio bajo su número de identificación de contribuyente (ITIN), incluso después de haber legalizado su estatus. Y alguien que entra al hospital sin seguro médico duplica sus posibilidades de declararse en bancarrota durante los siguientes cuatro años, según un estudio, publicado en 2016 por la Oficina Nacional de Investigación Económica.

En Massachusetts, es común que los hospitales privados no acepten pacientes con MassHealth (el programa de Medicaid de bajos ingresos del estado) o Medicare solo sin cobertura privada MediGap adicional. «Aunque en teoría no deberían discriminar, algunos centros de salud tienen formas de evadir a esos pacientes, por ejemplo, usando un sistema de seguro para prácticas con fines de lucro que no admiten pacientes de MassHealth u orientando su estrategia de marketing para apuntar a personas con dinero».

La mayoría de los hospitales son organizaciones sin fines de lucro y están exentos de impuestos federales, estatales y locales si proporcionan un beneficio para la comunidad, como la atención caritativa. Los hospitales públicos también reciben fondos federales -de los contribuyentes- para compensar algunos de los costos de tratamiento de las personas pobres. Pero la ayuda federal no compensa y a menudo los hospitales terminan asumiendo la diferencia.

Esto ocasiona, señala el Dr. Buitron, que el peso recaiga en los hospitales públicos, que son los que tienen que asumir el peso económico de recibir a estos pacientes. “Si el esfuerzo se distribuyera entre todos los hospitales sería mejor, se crearían incentivos para poder atender a todo el mundo en cualquier parte.” ”.

Acceso a la vivienda

Antes de ser internado en el hospital, Pedro vivía en un apartamento en East Boston, un barrio de inmigrantes, de 1 habitación y 1 baño, junto con cinco familias más.

Esta situación parece ser más común de lo imaginable. “En vecindarios de inmigrantes como East Boston esto pasa porque simplemente los precios no se pueden pagar”, explica Andrés Del Castilllo, organizador comunitario de la organización City Life/Vida Urbana, dedicada a promover políticas públicas de vivienda más justas e inclusivas en Boston.

En Estados Unidos, sólo la ciudad de Nueva York y San Francisco tienen precios de alquiler más altos que Boston, donde un apartamento de 1 habitación cuesta, en promedio, $2036 dólares, según la firma Reis Inc., que hace seguimiento a las rentas.

La lista de espera para viviendas asequibles para personas mayores de 65 años es de aproximadamente 9 meses, un tiempo tolerable si consideramos que la lista de espera regular es de 8 a 10 años. Pero el problema principal para los indocumentados es que, simplemente, no tienen acceso a este beneficio.

Esto los deja simplemente con la opción de alquilar a los precios del mercado, o viviendo con un familiar, donde también se corre el riesgo de ser víctima de la gentrificación, o desplazamiento forzado por el aumento de las rentas.

“Este desplazo no es solo de su hogar, o de su vecindario, sino de la región”, explica Del Castillo. “Es gente que está acostumbrada a ir a su doctor, a tomar el transporte local, asistir a ciertos programas locales o reunirse con sus vecinos o familiares en la zona. De modo que mudarse trae efectos secundarios como aislamiento y deterioro físico y mental”.

Otra lucha importante para población hispana de la tercera edad es la falta de acceso a la información y educación. «Después vienen otras fronteras como el acceso al lenguaje”, explica Andrés del Castillo.

La discriminación es otro factor que Del Castillo cita como un problema serio para los indocumentados. En Massachusetts hay leyes que prohíben la discriminación. Pero una cosa es la teoría y otra es la práctica. “Hay personas que no tienen SSN sino ITIN, y cuando aplican a un apartamento en la mayoría de ocasiones los dueños no van a tomar tu aplicación de renta en serio porque asumen que no tiene papales”.


Una población en crecimiento

Hemos visto proliferar historias interesantes y conmovedoras centradas en los jóvenes beneficiarios del programa de Acción Diferida para Llegados en la Infancia (DACA) o, más recientemente, el Estatus de Protección Temporal (TPS). Pero no se sabe mucho sobre la difícil situación de los adultos mayores indocumentados. Desafortunadamente, tienen poco que aportar a los argumentos de productividad comúnmente utilizados para convencer a los legisladores de que los inmigrantes tienen valor.

La población de adultos mayores indocumentados en Estados Unidos es pequeña. De acuerdo con datos del Center for Migration Studies de Nueva York, de los once millones de indocumentados que viven en Estados Unidos, sólo 76,753 (0.7 por ciento) son mayores de 65 años. Gran parte de los inmigrantes que vinieron en los años sesenta legalizaron su estatus después del Immigration Reform and Control Act of 1986, durante la presidencia de Ronald Reagan, que ofreció un camino a la ciudadanía a casi tres millones de inmigrantes que habían entrado ilegalmente a Estados Unidos antes del 1 de enero de 1982.

Pero en los años 90 hubo otra ola migratoria. Estadísticas del Migration Policy Institute muestran que más de 6 millones de indocumentados entraron en Estados Unidos durante esa década, entre ellos el señor Pedro. Aunque en este momento muy pocos de ellos han entrado a la “tercera edad”, un buen número se están aproximando.

Casi dos millones y medio de personas que residen en Estados Unidos sin documentos tienen entre 45 y 64 años, de acuerdo con cifras de 2015 del Center for Migration Studies. Es decir, que en los próximos años se espera un crecimiento exponencial de este grupo, a menos que haya una reforma migratoria o una nueva vía para legalizar su estatus.

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Pedro ha trabajado como mariachi en Boston y Nueva York

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Pedro en su habitación, donde vive en Jamaica Plain. Ojea un cuaderno con las letras de las canciones que ha compuesto.


Tibisay Zea escribió este artículo con el apoyo de una beca de periodismo de la Sociedad Americana de Gerontología, New America Media y la Silver Century Foundation.

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