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Horas después de que una turba violenta irrumpió en el Capitolio, el 6 de enero, el senador republicano Lindsey O. Graham (Carolina del Sur) juró que había visto suficiente. “No cuenten conmigo”, dijo en un apasionado discurso en la Cámara Alta. Agregó que estaba triste de ver que su viaje con Trump terminaba de esa manera.

En una entrevista dos días después, el senador dijo que “nunca se había sentido tan humillado y avergonzado por el país”; y habló con palpable frustración sobre cómo su aliado de toda la vida, Trump, manejó el asalto al Congreso.

Solo unas semanas después, evidencia una posición distinta. Graham visitará el club Mar-a-Lago este domingo para pasar dos días jugando golf y cenando con Trump. Ha hablado con el expresidente casi a diario desde el 6 de enero, con más frecuencia que cualquiera de sus colegas republicanos en el Senado, y se desempeñó como asesor informal del equipo de defensa durante el juicio político.

Por ahora, Graham ha señalado que no ha hablado con el presidente Joe Biden, un viejo amigo del Senado, desde su juramentación el 20 de enero.

La cercanía de Graham con Trump, que lo pone directamente en desacuerdo con el líder de la minoría del Senado, Mitch McConnell (Kentucky), es el último giro en su relación intermitente con un hombre al que una vez llamó un “chiflado”.

El senador sostuvo que revisó las encuestas en Carolina del Sur y en todo el país, las cuales muestran -según dijo- la fuerza duradera de Trump entre los republicanos, incluso después del asalto del 6 de enero que resultó en cinco muertes.

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“No sé lo que quiere hacer. Debido a que tuvo éxito con el conservadurismo y la gente aprecia su espíritu de lucha, dominará el partido en los próximos años. Desde mi punto de vista, no hay forma de que podamos lograr nuestros objetivos sin Trump”, declaró el senador en una entrevista.

Graham ahora se está posicionando como un líder del ala pro-Trump de un partido que está cada vez más dividido sobre cómo lidiar con la figura del exmandatario.

En opinión de Graham, abrazar a Trump es simplemente una política práctica. Para los críticos, está mostrando su voluntad de tolerar los ataques de Trump a la democracia a cambio de la proximidad al poder, reseñó The Washington Post.

A raíz del ataque al Capitolio y las pérdidas del Partido Republicano en la Cámara Baja, el Senado y la Casa Blanca, algunas altas autoridades de esta organización política están pidiendo un camino diferente a seguir: preocupados de que la figura de Trump impida que el partido gane las elecciones en 2022 y 2024.

Por Josh Dawsey/The Washington Post.

Traducción libre del inglés por El Tiempo Latino.

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