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Ben Foster, izquierda, y Chris Pine en "Hell or High Water."

Lorey Sebastian | CBS Films

Ben Foster, izquierda, y Chris Pine en «Hell or High Water.»

En un momento en el que todo, desde el Super Bowl y los Grammys hasta el Fashion Week y comprar en Nordstrom ha tomado un significado partidista, tiene sentido que la ceremonia de los Premios de la Academia del día de hoy vaya a representar una cumbre política. Prueba de esto es el discurso de Meryl Streep en la ceremonia de los Globos de Oro del mes de enero, en el que lanzó una amenaza a la administración de Trump que fue controversial. Desde entonces, la agencia de talento UTA ha anunciado que donará 250 mil dólares al ACLU (la compañía realizó una protesta a favor de la inmigración en sus oficinas centrales el viernes).

La directora iraní, Asghar Farhadi, cuya obra “The Salesman” está nominada a mejor película extranjera, no asistirá a la ceremonia en protesta a la orden ejecutiva propuesta por Trump para prohibir los viajes de siete países mayoritariamente musulmanes.

Luego de la incertidumbre acerca de si les sería permitido entrar a los Estados Unidos a los representantes del documental sirio «The White Helmets”, ya han dicho que estarán presentes para recibir el Oscar en el caso de que se lleven el premio por mejor documental corto.

Desde las declaraciones en la alfombra roja y la presentación de Jimmy Kimmel, hasta los discursos de aceptación y los actos de agitación política, los personajes que vemos muchas veces en los Oscar no estarán esta vez desahogándose o haciendo llamados al entendimiento mutuo. Este año prometen ser mas mordaces, apasionados y omnipresentes, tal como en la vida real. Por años la industria del cine ha sido acusada de existir en una burbuja fatua y condescendiente. Pero si la cultura política actual ha probado algo es que todos nos encontramos


(Izq.-Der.) Mary Jackson (Janelle Monae), Katherine Johnson (Taraji P. Henson) y Dorothy Vaughan (Octavia Spencer) en "Hidden Figures."

Hopper Stone | Twentieth Century Fox

(Izq.-Der.) Mary Jackson (Janelle Monae), Katherine Johnson (Taraji P. Henson) y Dorothy Vaughan (Octavia Spencer) en «Hidden Figures.»

en burbujas: la biosfera hermética de Hollywood ha sido un producto cultural del comandante en jefe de este país; y su celebración anual ha sido una representación de la vida americana presentada al mundo para que billones de espectadores la interpreten como una misiva codificada de lo que son las bases de nuestro poder simbólico.

Como una especie de extracción de nuestros valores, las películas se han convertido en una fuerza de significado político. El musical “La La Land”, la favorita para convertirse en mejor película con un record de 14 nominaciones, ha sido objeto de críticas acusada de ser con “muchos blancos”, con “normas heterogéneas” e influenciada con la superficialidad del mundo del cine como para ganar el mejor premio. Una lucha que se ha fijado entre “La La Land” y “Moonlight”, con esta última siendo no solo la mejor opción artística, pero la que tiene mayor consciencia social, ya que trata de la vida de un gay afroamericano viviendo en Miami.

Tal como mucho de mis colegas, he dicho que “Moonlight” es mi película favorita del 2016, porque fue una historia que me movió, porque me impresionó la vulnerabilidad de su protagonista, y por lo brillante y visionario de su dirección y guión por parte de Barry Jenkin. Pero apoyar a una o a otra con base en la política no haría justicia al resultado más positivo, que sería que la mayor cantidad de nominados se llevaran los premios del domingo.

Por mucho que los Premios de la Academia reflejen la excelencia artística también van a enviar un mensaje sutil acerca del tipo de películas que Hollywood quiere hacer (o que quiere hacer creer que quiere hacer) y la identidad que America está tratando de vender al mundo. Al final, está garantizado que los Oscar de este año serán más inclusivos que los años anteriores, con la nominación de siete actores de color, así como de películas centradas en afroamericanos: “Moonlight,» «Hidden Figures» y “Fences”. También hay películas acerca de blancos de clase obrera (“Hell or High Water,» «Manchester by the Sea,» «Hacksaw Ridge”), una mujer lidiando con extraterrestres (“Arriva”), un niño sobreviviendo a India (“Lion”) y unos jóvenes cantando y bailando para hacerse camino en el sueño de Hollywood (“La La Land”).

La diversidad no tiene solo que ver con la etnia o el sexo. Los nominados de este año representan una gran variedad de géneros y técnicas, incluyendo una película occidental contemporánea, un musical, una aventura de ciencia ficción, una película clásica de guerra y un drama agonizante. Y la mayoría toca temas que han tenido gran resonancia desde el año pasado, ya sea que el de la inmigración y el mutuo entendimiento que se representa en “Arrival”, la lucha por la igualdad en la educación y el empleo en “Hidden Figures”, la construcción social de la identidad masculina en “Moonlight”, “Fences”, ”20th Century Women”, o la crisis financiera en «Hell or High Water”.

Como una valiente pieza cinematográfica que busca resucitar los tiempos pasados y hacer un llamado a un medio que el director-escritor Damien Chazelle siente que está amenazado, es comprensible e incluso defendible que «La La Land” sea la opción a mejor película. Pero los Oscars tendrán más sentido si no se permite que sea esa la película que lidere; que “La La Land” gane mejor película, Jenkins gane como mejor director por “Moonlight” (el co-protagonista Mahershala Ali es ya favorito como actor de reparto), o que el destino permita que las votaciones por esas dos películas se dividan y abran paso a “Hidden Figures”, la película que más recomiendo de manera incondicional en esta temporada.

El guión de «Manchester by the Sea» es una obra de arte – pero si su protagonista, Casey Affleck, gana como mejor actor, tal como se espera, y «Hell or High Water» o «20th Century Women” ganan como mejor guión original. Si se deja que Bradford Young se convierta en el primer cinematógrafo afroamericano en ganar el Oscar por su trabajo en “Arrival” y el premio de mejor vestuario va para “Jackie” , construida meticulosamente alrededor de una historia, el culto a una personalidad y un mito.

Si esto se combina con el premio asegurado por el regreso de Viola Davis en “Fence” y la victoria que se asume de «O.J.: Made in America” como mejor documental. Entonces los resultados van a representar una versatilidad de ganadores, pero sobretodo van a enviar un potente mensaje al resto del mundo de que Estados Unidos es todavía capaz de premiar la valentía, el humanismo, la sofisticación y la consciencia. Puede parecer inoportuno parafrasear a Mao en este momento, pero este año los miembros de la Academia tienen la oportunidad de dejar que florezcan miles de flores, en este caso lanzando orquídeas a toda una diversidad de películas y personajes.

Después de todo, la cultura que ellos crean alcanza a miles de personas y sus representantes mas visibles influyen en la multitud.

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