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WASHINGTON – El patriotismo llegó en tono de cachemir azul pálido y guantes de gamuza que hacían juego con el vestido.


La Primera Dama Melania Trump, a la derecha, lleva un vestido de la colección de Ralph Lauren.

John McDonnell — The Washington Post

La Primera Dama Melania Trump, a la derecha, lleva un vestido de la colección de Ralph Lauren.

Debido a lo terriblemente tensa que fue esta elección, hasta el tema de la moda se convirtió en un asunto de debate político, indignación moral e incómoda cautela. Y por supuesto que fue la Primera Dama, Melania Trump, quien estuvo en el centro de toda esta ansiedad e indignación, porque la gente espera que su atuendo inaugural –desde todo punto de vista- dé el tono para el día y, tal vez, sea una premonición mitológica de lo que definirá la administración de los próximos años. Una gran cantidad de diseñadores anunciaron con anticipación que no la vestirían –ni se asociarían con ella- porque no querían apoyar la administración de su marido, de la cual ella es representante. Otros diseñadores dijeron que crear un vestuario para ella era cuestión de deber patriótico. Y muchos, simplemente callaron, tratando de poner en orden sus ideas.

En última instancia, para la histórica ceremonia de juramento, Melania Trump eligió una chaqueta corta cruzada y un vestido de cuello tortuga en color azul cielo, de la Colección de Ralph Lauren. Y para los bailes inaugurales, escogió un vestido de columna blanco sin tirantes con un solo volante flotando flotando por su torso y una estrecha cinta de seda roja en la cintura. Fue una colaboración entre la primera dama y el diseñador francés Hervé Pierre.

Y así, la polémica pasó de la ebullición a un débil fuego lento. La Primera Dama eligió sabiamente. Seleccionó un diseñador cuyo lugar en la historia está seguro. Este vestido inaugural será una nota al pie de la trayectoria profesional de Lauren, no la esencia de la misma. Pero lo que es más importante, Lauren es un diseñador cuya estética integral está arraigada a una especie de glorioso y suave enfoque en la americanidad. Ha donado $ 13 millones para salvar y proteger «The Star-Spangled Banner» y educar al público sobre su historia. En 2014, le fue otorgada la Medalla del Bicentenario James Smithson por su patriotismo, emprendimiento y filantropía, durante una ceremonia en el Museo Nacional de Historia Americana.

Ha servido tanto a demócratas como a republicanos, y fue recientemente el diseñador de confianza de Hillary Clinton durante la campaña. Para asistir a la toma de juramento de su rival como el 45º presidente, ella recurrió de nuevo a Lauren, eligiendo un traje blanco de cuello joya y un abrigo de cachemir color crema. Y en lo personal, el hijo de Lauren, David, está casado con Lauren Bush, sobrina de George W. Bush.

Hoy en día, Ralph Lauren es posiblemente el diseñador americano activo más bipartidista.


La primera dama Melania Trump llegó a The Freedom Ball con un vestido del diseñador francés Hervé Pierre.

Sarah L. Voisin | The Washington Post

La primera dama Melania Trump llegó a The Freedom Ball con un vestido del diseñador francés Hervé Pierre.

«La Inauguración Presidencial es un momento en que los Estados Unidos muestra lo mejor de sí al mundo. Fue importante para nosotros mantener y celebrar la tradición de crear un estilo americano icónico para este momento», se lee en una declaración de la compañía.

El estilo del abrigo de Melania Trump se ha comparado con el que vistió Jackie Kennedy, pero su silueta es también clásica y sofisticada. Fue un color perfecto que sirvió como un sutil punto de luz en un día lluvioso y aburrido. También hacía referencia a la bandera de nuestra nación, sin transformar a Melania Trump en una. (En contraste, la consejera presidencial Kellyanne Conway llevaba un abrigo rojo, blanco y azul de Gucci con filas de medallones, un sombrero rojo brillante y guantes de cuero rojo. El conjunto parecía exactamente un disfraz, pero más que eso, uno se pregunta si ella considera el patriotismo un deporte competitivo).

Un historiador de la moda señaló una vez que el vestido largo para el baile inaugural es equivalente a un vestido de novia. Es un poco anacrónico como signo, pero todavía persuasivo en su significado. Ya en 1889, el vestido inaugural era político. El presidente Benjamin Harrison quería que sus electores compraran lo americano, por lo que el vestido de su mujer Caroline era americano en tres aspectos: la seda fue diseñada en Indiana, el tejido fabricado en el norte de Nueva York y el vestido hecho en la Gran Manzana. En 1977, la túnica de Rosalynn Carter – tomada de su propio armario – subrayó el mensaje de Jimmy Carter de frugalidad y estilo hogareño. Él era, después de todo, «Jimmy», no James. La moda de Jackie Kennedy marcaba un savoir-faire mundano. Y el vestuario inaugural de Michelle Obama -en 2009 y 2013- habló de la diversidad, la inclusión y la economía creativa del país.

En el Capitolio, Melania Trump lucía refinada y equilibrada, muy ella misma. No se le había visto mucho desde la elección ni durante la campaña. Pero su estilo estaba de acuerdo con lo que el público ha llegado a esperar de ella hasta ahora: líneas limpias, el estilo consciente de su cuerpo, el lujo. El conjunto reflejaba la formalidad del día y ofrecía calladamente una sombra de esperanza.

Uno hubiera deseado que su marido luciera igualmente refinado, pero entonces ese no sería su estilo propio. Así que su chaqueta iba abierta, los pantalones eran demasiado largos. Y la corbata. La corbata rojo brillante colgaba en su posición usual, hasta mucho más abajo de su cinturón.

La nueva primera pareja llegó a Washington el jueves. En la base Joint Andrews, descendieron de un jet militar en el centro del torbellino de su transformación de ciudadanos privados a servidores públicos. Melania Trump estaba vestida con un abrigo estilo cadete con filas de botones negros a lo largo de su torso. Caminó y se puso de pie, en un par de elegantes zapatos negros de tacón aguja. Para gran parte del público, ésta era la primera vez que la veían desde el día posterior a las elecciones, cuando se paseó con su marido por el Capitolio. También vestía de negro en esa ocasión.

Ya en la pista, la pareja aceptó los saludos de simpatizantes y luego se dirigieron a un almuerzo con funcionarios de la transición y personal entrante, y más tarde a una ceremonia de colocación de coronas en el Cementerio Nacional de Arlington. A pesar de ser otro día nublado, Melania Trump llevaba grandes gafas de sol negro como lo hacen tantas celebridades que ocultan su rostro detrás de lujosos y enormes lentes de sol.

El viernes no había gafas de sol. No más anonimato. No había que esconderse más.

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